Fidel Rodríguez Ramos

A pesar de que cuarenta millones de mexicanos, seguimos los detalles del último encuentro del seleccionado de fut-bol frente a Arabia Saudita, no se nos hizo seguir en las etapas siguientes del mundial en Qatar, hubo enojo, frustración porque ese es el deporte que más goza la gente. Sobre todo porque en cualquier lugar se puede practicar, hasta descalzo, y poniendo dos piedras como portería, es el deporte de los humildes.

  En Pátzcuaro en alguna ocasión nos correspondió, a todos los equipos de la liga municipal, cooperar para comprar terrenos para practicar el futbol llanero, y eso por supuesto  es una práctica común en todo el país, pues al gobierno no le interesa promover el deporte amateur como debe de ser, por eso en cada mundial últimamente somos objeto de burla, por no estar al nivel de otras representaciones como Marruecos que logra derrotar a España, y o como Croacia que pasa sobre Brasil.

  Quizás desde siempre al balompié nacional se le ha visto como un arma de control, engaño y lo más indigno como algo que puede rendir múltiples recursos a varios listos, vivales que se aprovechan de una legítima ilusión popular, en ello han destacado quienes aseguran dirigir formalmente, burocráticamente esa disciplina. Se aprovechan del talento de figuras sobresalientes, de las entradas en los estadios, de los millones de pesos que se pagan como publicidad. Ese digno deporte, varios empresarios, televisoras lo ven como una inagotable mina.

   Quienes controlan el escenario futbolero, no tienen corazón, de ahí que últimamente en Michoacán se haya consentido que el equipo de La Piedad fuera comprado, tras  conseguir un lugar en primera división con muchos esfuerzos. Igual pasa con el Atlético Morelia que para en Mazatlán, Sinaloa. No importan las ilusiones, lo que interesa es el dinero, los cientos de millones que fácilmente se pueden obtener sin ningún esfuerzo, la voracidad es inocultable de ahí que también millones de personas hayan dejado de acudir a los estadios, y más después de haber conocido el zafarrancho en el estadio de Querétaro donde parejamente se golpea a los aficionados, y claro hasta hoy ese hecho bochornoso, antideportivo no ha sido aclarado.

    Después de Qatar no hay nada que discutir o aclarar, todo sigue igual, el desprecio a la afición, a los millones de mexicanos que no pudieron pagar la exclusiva televisión de paga para seguir los encuentros, esto muestra la codicia mercantil, el afán de dinero pues nuestra Carta Magna exige que lo mejor del género humano, sus logros sean mostrados a todos. La mercantilización ha arruinado todo el deporte, en México hace cuatro décadas se llega a extremos indignos, pues se aprueba que en el futbol existan no dos tiempos reglamentarios ¡sino cuatro!, para agarrar más lana en publicidad, triste fue observar los encuentros, la desmotivación, extrañeza de los equipos contendientes. En los estadios no hay límites en la explotación de los jugadores, pues antes de los diez minutos de que se acabe algún encuentro, se exige a la banca realizar enfrente del respetable, ejercicios de calentamiento, como si fueran a entrar a la cancha, mostrando en sus espaldas logos publicitarios. Si en realidad se desean mejores horizontes en el deporte, debe haber un borrón y cuenta nueva; no queremos que se sigan frotando las manos los vividores del balompié, contentos por el próximo mundial que se jugará en México, Canadá y EUA. Deseamos que se respete, apoye el deporte que no se aproveche políticamente el talento de los demás en las competencias internacionales, como lo acaba de hacer un expresidente surgido del PAN que en Europa se arroja a la fuente donde el célebre automovilista “Checo”, celebraba una victoria más que dio prestigio al país.

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