Alma Gloria Chávez.
Lo admito. Resulta un tema, más que enojoso o preocupante, definitivamente incómodo, “de mal gusto” y para muchas personas de ambos sexos, in-tras-cen-den-te. Sin embargo, o “a pesar de los pesares”, el hostigamiento y el acoso laboral no tiende a la baja; todo lo contrario: actualmente se encuentra presente, tanto en Instituciones Académicas, como en cualquier establecimiento, fábrica y cooperativa, así como en esas pequeñas tiendecitas en las que encontramos dos o tres personas empleadas por propietarixs, que también suelen tener estas prácticas tan alejadas del respeto que se debe a toda persona, de cualquier edad, sexo o condición, que comparta un espacio fuera del hogar.
Por acontecimientos recientes, que han sido ventilados por jóvenes mujeres de algunas instituciones académicas de este lugar, donde aparentemente, “no sucede nada que perturbe la paz, la magia y tranquilidad provincianas”, hoy se está hablando de ese fenómeno social que se ha venido asociando, con toda razón, a la violencia de género.
Hace más de dos décadas, hablábamos del hostigamiento sexual en el ámbito laboral. Y en aquellos años conocimos a valientes mujeres trabajadoras adscritas a sindicatos, que de manera organizada realizaban actividades tendientes a denunciar y a educar, para erradicar el hostigamiento o acoso del que eran víctimas en sus centros laborales. Tuvimos acceso a testimonios, entrevistas, conferencias y talleres que compartían de manera presencial, o en boletines y otras publicaciones logradas con sus propios recursos.
En alguna de esas publicaciones (que hoy resulta importante reeditar), se encuentran los siguientes datos, que de manera sencilla, permite a cualquier lectora identificar, si en el espacio donde labora, o de manera personal, se están viviendo episodios de hostigamiento o acoso sexual, por unx o más individuxs… porque un acosador no actúa en solitario.
“El hostigamiento y acoso sexual, resultan ejercicios de poder en los que a las mujeres, por las prácticas sociales y culturales, se nos coloca en una situación de mayor vulnerabilidad; por esta razón, resulta necesario romper la invisibilidad de esta problemática.
“El término de ‘hostigamiento sexual’ fue acuñado por primera vez en 1975, pero ello no quiere decir que no existiera. Fue sólo que nosotras nunca antes habíamos nombrado el problema y en tanto no se mencionaba, ni se atendía y no se buscaba solución.
“Como todo tipo de violencia hacia las mujeres, el hostigamiento sexual se basa en la cultura imperante, en donde a los hombres se les educa para ver a las mujeres como objetos sexuales, de su propiedad, a los cuales se les puede usar y abusar a su antojo. Por esta pauta cultural,, algunos hombres hostigadores yo acosadores, ni siquiera se dan cuenta de lo ofensivo de su conducta, e incluso hay quienes piensan que la mujer desea ser hostilizada y que el hombre debe ser hostigador, para cumplir con los mal entendidos “roles” sexuales. Y atención: el hostigamiento sexual no sólo se trata de sexo. Se trata de poder. Típicamente, tal comportamiento es elegido para humillar, someter y controlar.
“Para las trabajadoras que no acceden a los avances o demandas del hostigador o acosador, las repercusiones pueden ser: negativas de ascensos o aumentos de salario, e incluso el congelamiento en algún puesto; transferencia del lugar de trabajo o cambios de horarios; incremento de las cargas y de las horas de trabajo, o la imposición de trabajos que otrxs no realizan; negativa de prestaciones, promociones y derechos, o retardo en su tramitación; referencias negativas de la trabajadora, o evaluación negativa del desempeño laboral.
“También, cuando el acosador tiene de aliados a otros trabajadores, o tiene puesto de mayor jerarquía que la trabajadora acosada, ésta puede recibir el levantamiento de actas administrativas cuestionando su trabajo, argumentando retardos o ausentismo y llegando al despido o a la renuncia.
“A nivel de las condiciones y relaciones de trabajo, las repercusiones son: baja productividad de las afectadas, ambiente hostil hacia las afectadas, humillaciones, incomodidad. Y a nivel psicológico y físico, el hostigamiento sexual produce ira, ansiedad, nerviosismo, temor, baja autoestima, degradación o culpabilidad por creer que ella lo ha provocado; insomnio, dolores de cabeza e inapetencia.
Por lo que sabemos entonces, el hostigamiento y el acoso sexual en el trabajo, resultan violaciones a los derechos humanos y sexuales de cualquier trabajadora… y, excepcionalmente, de algunos varones. También resultan problemas sociales-laborales que cada día amenazan al bienestar físico y psicológico de miles de trabajadoras, sobre todo, sin excluir a algunos hombres.
Hoy podemos echar mano de las recomendaciones que ofrece toda Institución comprometida con la erradicación de cualquier forma de violencia contra mujeres y niñas:
Además de rechazar cualquier trato con el hostigador, hay que comunicar que se es hostigada: no sólo a quienes estén a cargo de lo administrativo, o al empleador; también a compañerxs cercanos y de confianza, e igual a alguna organización de mujeres. Socializar el hecho es importante, ya que las mujeres nos damos cuenta de que no se trata de algo personal. Si existen más mujeres hostigadas o acosadas en el centro de trabajo, resulta conveniente hacer la denuncia colectivamente.
Si estás sindicalizada, presenta tu denuncia en la instancia correspondiente, haciendo valer tus derechos de agremiada. Además, exige a tu sindicato que incorpore, dentro de los estatutos y contratos colectivos de trabajo, políticas que prevengan el hostigamiento y el acoso sexual laboral, así como las sanciones en caso de presentarse.
Es deber de todas nosotras, proponer a Instituciones y empresas, un código de conducta que se encuentre impreso y en lugar visible, contra el acoso (que ya se encuentra tipificado como un delito), el hostigamiento y toda forma de violencia que lesione nuestra integridad. Estas violencias continúan siendo motivo de atención y resulta imperante que tomemos medidas para hablar de ello e impedir que muchas mujeres sufran sus consecuencias.
Con mi sincero reconocimiento para quienes, sintiéndose vulneradas en sus respectivos centros laborales, nos han compartido testimonios, experiencias y una férrea decisión para decir: “¡Nunca más!”