Fidel Rodríguez Ramos
Hace cuarenta años, se descubrió en México una inmensa riqueza petrolera, presente en el llamado yacimiento Cantarell, era tan inmenso ese recurso que el entonces presidente José López Portillo dice a la nación, que el nuevo problema que teníamos aquí, era el cómo gastaríamos la fortuna, dinero, obtenido por su futura venta.
Nos emocionamos, pero más lo celebraron en el mundo, quienes ya no sabían qué hacer con una gran cantidad de miles de millones de dólares acumulados, eso para ellos, en vez de ser una bendición, era un gravísimo problema, que se traducía en crecientes pérdidas. Vinieron a nuestra patria y fácilmente convencieron al gobierno para que aceptara enormes préstamos, dando nosotros como garantía el petróleo y, en efecto se necesitaba mucho dinero para extraerlo, convertirlo en múltiples productos como asfalto, plásticos, pelotas, ropa, calzado.
La deuda pronto fue enorme, peligrosa, así se les hace saber a quienes gobernaban y, éstos nos dijeron: “Para una gran nación, una gran deuda”. Esa nueva fortuna se nos escapa de las manos, pues no contábamos en que por perversos juegos financieros en el planeta, el llamado oro negro sufriría grandes bajas en su precio internacional, se reduce su valor pero aumentan los intereses de la deuda, pero no importaba pues podíamos seguir, prácticamente regalando ese bien no renovable, para cumplir con nuestros compromisos bancarios.
A pesar de esa tragedia, llegamos a poseer muchos bienes presentes en puertos, aeropuertos, autopistas, constitucionalmente éramos dueños de un subsuelo que guardaba muchos metales preciosos, poseíamos bancos, un sistema ferroviario, una de las más grandes empresas de comunicación mundial como Telmex, siderúrgicas, agua, playas paradisíacas, canales de televisión comercial, cadenas de tiendas comerciales, hoteles, compañías de aviación, satélites artificiales. Sin embargo a fines del siglo XX, nuevamente los dueños de inmensas fortunas en el planeta, al ver como el Estado mexicano administraba tantos bienes públicos, cuyo real dueño era el pueblo mexicano, convencieron a las autoridades para que se deshicieran, les vendieran todo, diciéndoles que con ello dejarían de tener un gran problema, presente en el saqueo, corrupción de parte de quienes estaban al frente como directores de esas exitosas empresas, nombrados por el mismo gobierno federal.
Esa propuesta, los dueños de estratosféricas fortunas la hicieron, a partir del siglo XXI a todos los gobiernos del mundo, en los cinco continentes, increíblemente ese proyecto, despojo, se acepta y sólo se salvaron los pueblos que no tenían nada que malbaratar o vender. Venezuela no acepta ese robo y sufre la pérdida, muerte de mil personas, que públicamente protestaron. Aquí en México se llega al extremo de fiar la siderúrgica que teníamos en Lázaro Cárdenas, Michoacán. Se hace lo prohibido, lo que no aceptaba la Constitución como era permitir la entrada de empresarios extranjeros en nuestra industria eléctrica y petrolera. Esto fue el llamado neoliberalismo, que dice, propone ésta vil mentira: ”vendan todo para que en seguida haya empleos, educación, salud, vivienda, comida, seguridad, buen ambiente natural para todos”.