Con la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York, un 11 de septiembre del 2001, usando solamente dos aviones comerciales, se conoce una nueva forma de guerra, ésta la experimenta un sobrino en Irak, tras salir sorteado para realizar su servicio militar, en esa parte lejana del planeta, hijo de un michoacano y una madre nacionalizada en EUA, antes de realizar esa tarea sucede lo siguiente:
“Tío, me dice mi sobrino después de un abrazo, he venido a despedirme, me voy como paramédico a Irak, allá debo cumplir con un compromiso que me dio el gobierno. Me han entrenado para enfrentar las situaciones de la guerra. Debo ir detrás de los combatientes, cargando mi equipo de auxilios. ¿Pero vas armado? Le pregunté, claro tío, pues también debo defenderme.
La capacitación ardua continúa en un lugar perdido en esa parte de Asia. Sabíamos de él, cuando, nos imaginábamos, le daban un descanso para visitar Francia, Alemania o Italia, desde esas ciudades vía internet mandaba información, que súbitamente se apaga, pues ya estaba en acción.
La memoria es auxiliar frente a esos sucesos, hoy no recuerdo cuantos días, meses anduvo mi familiar en tierras iraquíes. Y cuando menos nos lo esperábamos, regresa en navidades a Michoacán. Inmediatamente lo abordé, claro que no le comente una seria transformación que vi en él para no incomodarlo, ¿cómo te fue por allá?. “Pues desde los primeros momentos todo fue fatal, iba a nuestra base en un blindado, soportando un fuerte calor. Ingenuamente pedí permiso, olvidando que ya estaba en un campo bélico, para filmar unas imágenes de esas tierras, enfoque y registro desde la torreta, como en segundos, otro blindado que iba delante de nosotros volar por el aire, a raíz de una mina terrestre.
Nos paramos todos asustados, haciendo un detenido examen de todo el suelo, sobre todo en la superficie que se veía como removida, debajo de los puentes. Esa fue mi bienvenida. Casi siempre me transportaban a otros lugares en helicóptero, para estar auxiliando, ahí la tripulación recibía indicaciones para actuar en otros sitios dados, por sorpresa para atacar. Los cohetes que disparaban causaban estragos en bardas, peñas donde se encontraba el enemigo. No había sobrevivientes, pues los mortíferos disparos de ametralladora todo lo desaparecían, por su grueso calibre.
En mi primer descanso dominical, me arreglé para ir al “centro” de la base que parecían un pequeño pueblito, donde vendían pizzas, hamburguesas, sodas y helados, Iba por uno de éstos últimos a un pequeño kiosko, me faltaban pocos metros para llegar, en eso oí un pequeño silbido en el cielo, después en segundos todo el expendio vuela con todos los que estaban ahí, un fuerte viento me arroja como un muñeco hacia atrás.
Tío ¿ha visto películas de guerra?, claro le respondí. Pues ya nada de lo que seguramente observó, difícilmente, uno lo experimenta en las nuevas batallas, todo es puros cohetes, blindados, tanques, portaaviones, granadas donde no hay distinción para nadie, para ningún civil o población, a todos afecta por igual. Los fusiles que llevábamos lanzaban granadas, pero debo reconocer el inmenso valor de los habitantes de la tierra que fuimos a invadir”. (RRF)