Fidel Rodríguez Ramos
Cuando llega Hernán Cortés a México, es confundido con Quetzalcóatl, venerado en Tula por haberles enseñado muchas cosas, ese gran personaje tras una grave falta abandona nuestras tierras en las playas del Atlántico, prometiendo regresar, el día, en que se presenta Cortés.
La confusión hace que sea recibido con dos grandes ruedas, del tamaño de una carreta, una que representa al Sol y otra a la Luna, de oro y plata. Las joyas, cosas que deja Quetzalcóatl, armas, calzado de oro. Esto despierta la codicia insaciable de los blancos conquistadores, que pronto empiezan a exigir cada vez más de los preciosos metales. De lo mucho que recibían apartaban la quinta parte para el rey de España.
Lo anterior despierta la curiosidad de muchos indígenas, ¿para qué desean tanto oro?, pues miren –dice la Malinche-, intérprete de Cortés, los dioses sufren del corazón, esa es su medicina para no morir. La falsedad nos persigue todavía, pues empresas mineras de Estados Unidos y Canadá con la aprobación de expresidentes, diputados y senadores, violando las disposiciones de nuestra Constitución han obtenido permisos de cincuenta años para extraer todo lo que puedan de hierro, cobre, oro, plata, carbón, usados en medicina, tecnología espacial para llegar a lejanas partes del Universo.
Durante 300 años los españoles extrajeron, con la muerte de miles de aborígenes toneladas de plata, oro. Hoy, para darnos cuenta de la magnitud de un gran robo, en los últimos diez años, los extranjeros sacaron igual cantidad de oro, como lo hacen los peninsulares en tres siglos. Sobreexplotando los mantos acuíferos, contaminando millones de litros de agua con metales pesados y cianuro, que ha producido cáncer, enfermedades renales, en tanto que niños padecen alteraciones del desarrollo. Las compañías mineras en secreto guardan las cantidades de líquido que usan gratis; Oaxaca, Zacatecas, Chihuahua, Sonora sufre por la falta de la misma.
Diputados que hoy desean reelegirse, por otros seis años, ganando 140 mil pesos al mes, aprueban que la minería es más importante que la agricultura. Si hay oro en alguna parte, los extranjeros pueden exigir que se les entregue, no importando que sea área natural protegida por la ley, tierra de comunidades indígenas. Salarios miserables, impuestos insultantes entregan, todo se les consiente, porque de no hacerlo –dicen los gambusinos rateros- nos vamos a otros países a “trabajar”.
Los diputados son los más fieles guardianes de que esto siga sucediendo. “Hay que permitirles todo, porque si no se van a escarbar en los océanos”. Y lo increíble tales nefastos personajes, ya les han dado permisos para que lo hagan. Como consintieron el pedido de Peña Nieto, para que Inglaterra se beneficiara con el litio de Sonora que se usa para fabricar celulares, computadoras. Asustados los ingleses por la posible reacción de la gente mexicana, cedieron, revendieron tales permisos a China. Michoacán tiene inmensos yacimientos de hierro, que diariamente se envía a China, eso nos indica que es difícil que se vayan los falsos médicos también.