La cacería del pato

(Kuirsi-Atakua)

Desde horas tempranas del día 31 da inicio la cacería del pato, el cual servirá para preparar algunas viandas que se han de ofrecer a los difuntos durante los días posteriores.

Reunión y ofrenda

(Teruscan y campaneri)

Parte de las ceremonias que se efectúan para esos días, es la reunión y ofrenda colectiva organizada por los jóvenes p´urhépecha; es como una especie de “rapiña” permitida y apoyada por las autoridades de la comunidad.

El juego da inicio la noche del día 1° de noviembre, cuando los jóvenes del poblado, acompañados de su pisote (guía), nombrado en cada pueblo el 19 de marzo y cuya función era coordinar los festejos religiosos y populares, celebraban el teruscan          -especie de hurto aprobado-, para lo cual toman, a escondidas de los ekuaros (solares) o de los techos de las casas, mazorcas de maíz, chayotes, calabazas, flores y otros productos de las recientes cosechas. Los adultos esperaban lo recolectado, en el atrio de la iglesia o en la casa comunal o huatápera, lo que era cocido en un perol propiedad de la comunidad, aparte de servir de ofrenda para aquellos difuntos que ya no tienen quien los recuerde o simplemente que los han olvidado, era distribuido entre los asistentes a la velación.

Velación de angelitos

(Kejtzitakua zapicheri)

Para el día 1° de noviembre se ponen ofrendas y altares a los “angelitos”, o muertos chiquitos que han dejado el mundo de los vivos. Si es su primera ofrenda, el padrino de bautizo lleva su arco, el cual será arreglado con flor de cempoalxóchitl o tiringuini-tzitziqui, propias de esta época; asimismo, lleva dulces de azúcar con figura de ángel o de animalitos, juguetes e inclusive ropa, como parte de la ofrenda.

La preparación de la ofrenda en la que toda la familia interviene, es anunciada con cohetes, al igual que durante el recorrido de su casa, a la de los papás del ahijado. En el trayecto van cantando alabanzas y rezando; mientras, en el hogar del pequeño difunto, los padres han dispuesto el altar donde se colocará la ofrenda y han preparado platillos de la cocina tradicional, como pozole, nacatamales y atole, entre otros, que se invitaran a los que lleguen.

La mañana del 1°, muy temprano, los papás y los padrinos del niño se dirigen al panteón a llevar la ofrenda. En la tumba permanecen entre las 5:00 y las 9:00 horas, tiempo en el que encienden velas como un recordatorio de la luz de Cristo y le tributan lo que le han llevado en su ofrenda.

En Huecorio, a los niños se les recuerda en sus casas, con la colocación de altares el día último de octubre por la noche; sus ofrendas serán vistosamente adornadas con dulces, pan, juguetes de madera de Tócuaro, de barro de Ocumicho, así como ropa que los padres han traído de Pátzcuaro.

La Velación de los Muertos

(animecha kejtzitakua)

El día 2 de noviembre la ofrenda está dedicada a los difuntos grandes o adultos. La velación comienza la noche del 1° con la preparación de las ofrendas que se han de colocar en las tumbas o en los altares familiares y concluye ya entrada la mañana del día 2. Para los muertos recientes, es decir los de primera ofrenda, las honras empiezan con el novenario, que inicia nueve días antes, haciendo coincidir el último día con el de muertos; familiares y amigos allí reunidos rezan el rosario y piden por el eterno descanso del alma del difunto.

Concluidas las actividades en la casa, salen con la ofrenda hacia el cementerio, donde habrán de permanecer hasta el amanecer, al igual que los demás habitantes de la localidad que ofrendaron a sus deudos. Durante la velación acostumbraban intercambiar las ofrendas con las personas cercanas o conocidas, como una forma de no regresar las mismas cosas a sus hogares.

En los sepulcros se colocan arcos de varas entrelazadas, arreglados con flores amarillas de cempoalxóchitl, de los que prenden frutas como plátanos, naranjas, limas, jícamas y panes en forma de animales o de rosca cubiertos con gránulos de azúcar pigmentada en color rosa, así como figurillas de azúcar en formas diversas. Las tumbas son cubiertas con servilletas bordadas y sobre ellas ponen cazuelas, jarros y canastas con la comida que fuera del gusto del difunto y las velas que guiarán el camino de los muertos.

El altar familiar, que se coloca en los hogares, se compone según la costumbre de cada lugar, instalándose imágenes religiosas, fotografías de los familiares que han dejado este mundo; en ocasiones, ropa y objetos personales o de trabajo, para evocar su presencia; se encienden velas alrededor de una cruz de pétalos de flor de cempoalxóchitl, las cuales deberán permanecer encendidas, ya que éstas les servirán de guías a los muertos. Asimismo, se disponen en floreros de barro negro, que es la cerámica utilizada con fines ceremoniales, ramos de flor amarilla y de ánima, y pequeños sahumerios del mismo material, con oloroso y humeante copal. Los alimentos son variados: frutas y vegetales, pan, atados de maíz, generalmente de color, dulces de azúcar de formas diversas; sin faltar los vasos de agua para las ánimas que llegan sedientas y los recipientes con sal, a la que se le atribuye múltiples significados, para algunos representa el sudor, para otros es ofrenda a la tierra; hay quienes la identifican con la sal del bautismo o evocación que se sirve para evitar la corrupción de los cuerpos. Un camino de pétalos de flor de cempoalxóchitl, dispuesto desde la puerta de entrada, hasta el altar conducirá a las ánimas hasta la ofrenda. 

Investigó: Fidel Rodríguez Ramos

Fuente de investigación: “Noche de Muertos MICHOACÁN 1 y 2 de Noviembre”, SECRETARÍA DE TURISMO, año 2006

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