Fidel Rodríguez Ramos
Sin ninguna consideración, hace veintisiete años el ex presidente Carlos Salinas de Gortari entrego nuestro mercado interno a empresarios, mercaderes norteamericanos que tienen la capacidad para vender en todos los países del planeta, eso lo hace por medio del arbitrario Tratado de Libre Comercio hoy conocido como TLCAN.
Al tú por tú competiríamos frente a Estados Unidos y Canadá, en todos los aspectos, esa medida puso en la lona a la actividad industrial, a los trabajos agrícolas, agropecuarios, silvícolas que registran un pequeño porcentaje en lo que es el total de la riqueza que se produce en un año. Difícil competir con el mastodonte gringo que nos ha invadido con sus productos en todo lo imaginable, comida, ropa, calzado, herramientas, transporte, bebidas, diversión.
Por si fuera poco nuestro débil mercado sufre por el contrabando de artículos de dudosa calidad que han tronado a los zapateros de León, a los fabricantes de ropa de algodón, mezclilla, manta. Cucharas que se doblan con tan solo mirarlas, sillas de plástico que han tumbado a miles de gentes, martillos, serruchos, desarmadores que parecen de juguete.
¿Cuándo íbamos a imaginar que seriamos sepultados con miles de toneladas de maíz amarillo, arroz, fríjol, carne de cerdo, borrego, pavo, pollos sometidos a una congelación de años?. Granos, comida embodegada en los Estados Unidos con problemas para venderse por la saturación de las mismas en los gigantescos supermercados.
Aquí, según los neoliberales, estamos todo dar por eso permitimos que la empresa UBER venga a quitar el pan a nuestros taxistas. Qué empleen a cientos de jóvenes distribuyendo comida empresas europeas que rentan sus franquicias, cobrando elevados porcentajes. De par en par abrimos la intimidad de nuestros hogares para que los mercaderes, por medio de la tele de cable ¡que pagamos! Nos vendan todo lo imaginable, desde cobijas, ollas, libros, máquinas para hacer ejercicio, medicinas por medio de una gran tienda llamada Amazon y otras que seguramente también son yanquis, y las muy cínicas nos gritan : “Tienen quince minutos para llamar y comprar ¡corre tiempo! Y presumimos de comprar ahí, sin que nos remuerda el estado tan lamentable que guardan millones de compatriotas que en esta pandemia se debaten en la miseria.
Los puestecitos de pambazos, pozole, tamales, difícilmente enfrentan a los Mc Donalds, al Pollo Kentucky. A nuestras tienditas les hacemos el feo, con arrogancia entramos a las nuevas abarroteras de conveniencia que tienen aire acondicionado, calefacción, harta luz. Nuestros capitanes no se miden cuando tratan de cambiar nuestra actitud, preferencia haciendo una chistosa campaña denominada “Haz barrio”, con tristeza recuerdo un comentario de una persona humilde, pobre como muchos : ¡mira cuanto mugrero están vendiendo!, refiriéndose a lo que se mostraba en la calle en el pasado Día de Reyes.