José Octavio Ferreyra Rodríguez


Impactante fue observar en el camino de México a Veracruz, la cumbre brillante de nieve del Iztaccíhuatl, “La Mujer Dormida”, el aire limpio, la blancura de esa montaña, se entreveía por los árboles, entre los rayos del Sol, esa imagen la guardamos, afortunadamente en lo más profundo de nuestro pensamiento y corazón.
Ese glaciar Ayoloco ha dejado de existir, seguramente nunca lo volveremos a ver, personas de la Universidad Nacional Autónoma de México, escalaron a la cumbre para colocar una hoja de acero, donde puede leerse: “Es una placa de la deshonra, de la vergüenza que nos da la emergencia climática”. Así “celebramos” los mexicanos el llamado Día Internacional de la Tierra, que se inicia en 1970, un 22 de abril.
Cuatrocientos incendios se registraron en la República en ese día, y en los medios se mencionaba que “no han sido apagados”, en vez de decir “no hemos hecho nada para sofocarlos”, descargando una responsabilidad de todos en unos cuantos, cada año, sin que a nadie sorprenda, mueren héroes que de pronto son rodeados por murallas de fuego.
Los incendios, tristemente son provocados, para cambiar el uso de suelo, para combatir a otros grupos, que controlan diversas zonas, regiones o comunidades. Otros fuegos son provocados al hacer fogatas, tirando desde la ventanilla de algún carro una colilla de cigarro. La insensibilidad se ha apoderado de nosotros, el informe de que en lo que va del siglo se han perdido treinta millones de hectáreas en México, simple y sencillamente a muchos y muchas no nos dice absolutamente nada.
Claro, también la naturaleza tiene un papel relevante en los incendios, como el fenómeno de “La Niña” que aumenta la temperatura de los océanos. O hasta una simple hoja cubierta de rocío, hace el efecto de una lupa que incendia los campos en el amanecer. Sin embargo, la población ha destacado en esa batalla desigual, contra una maravillosa naturaleza que nos ha dado todo. Así, en otros países se asombran de como a nosotros no nos interesa cuidar un sitio único, que se encuentra en Coahuila, en Cuatro Ciénegas donde hay todavía en sus pozas y lagunas, seres microscópicos, los estromatolitos que pintaron de azul el cielo hace miles de millones de años, ese sitio estudiado por científicos de todo el mundo, se va extinguiendo porque una empresa lechera aprovecha el líquido para obtener alfalfa. Como no va a haber calor, falta de agua, cuando ignoramos que los bosques son los reguladores del clima; cuando celebramos que halla en el planeta mil quinientos millones de máquinas que usan combustibles fósiles, como el petróleo ¿esa es la herencia que deseamos dejar a nuestros hijos?

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