Investigó J Octavio Ferreyra Rodríguez. 

  “Como militar era un genio, Calleja su encarnizado perseguidor dijo que cuando creía habérselas con un cura, se sorprendió de encontrarse con un general en toda la acepción de la palabra.

..era tan amado de los mexicanos que el día de su fusilamiento pusieron a las tropas sobre las armas, por  miedo de una sublevación que habría sido terrible.

  “A la hora en que lo fusilaron, hubo un fuerte temblor de tierra, que dio margen a muchas consejas, y ese temblor hizo salir del vaso las aguas del lago de San Cristóbal y en su desbordamiento lavaron la sangre del héroe en el sitio en que cayó su cuerpo atravesado por las balas.

    “-¡Dios no quiso-decían las gentes del pueblo- que nadie profanara, pisándola, aquella sangre tan noble y tan pura!.

   …un día don Andrés Quintana Roo le preguntó. “¿Qué idea tiene usted acerca del gobierno que debemos dar a la Nación? ¿Qué principios vamos a dejar señalados en la Constitución que hemos de discutir dentro de breve tiempo?

   “-Señor licenciado –respondió el héroe-, yo soy un rústico y usted un sapientísimo letrado, no puedo hablar de ciertos asuntos en presencia de quien tanto los conoce, pero considero un deber no reservarme mis ideas…”Soy el Siervo de la Nación, porque ésta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías; quiero que tenga un gobierno dimanado del pueblo y sostenido por el pueblo, que rompa todos los lazos que la sujetan y que acepte y considere a España como hermana y nunca como dominadora de América.

    “Quiero que hagamos la declaración de que no hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad; que todos somos iguales, pues del mismo origen procedemos, que no hay abolengos ni privilegios; que no es razonable ni humano, ni debido, que haya esclavos, pues el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamiento, que se  eduque a los hijos del labrador y del barretero como a los del más rico hacendado y dueño de minas, que todo el que se queje con justicia, tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y arbitrario, que se declare que lo nuestro ya es nuestro y para provecho de nuestros hijos; que tengamos una fe, una causa y una bandera bajo la cual todos juremos morir antes que ver nuestra tierra oprimida como lo está ahora, y que cuando ya sea libre, estemos siempre listos para defender con nuestra sangre toda esa libertad preciosa; que…”

    “-No me diga más-dijo Quintana Roo, con los ojos llenos de lágrimas-, es usted muy grande, señor Morelos; en usted encarnan todas las ideas que han de ser más tarde la fuerza y la felicidad de la Patria.” (Memorias,  reliquias y retratos, de don Juan de Dios Peza)

  

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