Rodríguez Ramos Fidel

Dos graves problemas enfrenta la humanidad, o sea nosotros, el primero es el Covid-19 que ha cobrado más de cuatro millones y medio de vidas, se tenía la esperanza que este fenómeno, que nos muestra cuan frágiles somos, ayudaría a sentirnos como parte de una sola familia universal, sin embargo no motiva a actuar de una manera unida, fraternal, el gobierno federal, las autoridades sanitarias hicieron lo que les correspondía, alertar, pedir cuidarse y disponerse a recibir la vacuna que se logra descubrir en un tiempo record, en menos de un año, cuando los pesimistas anunciaban que para ello, como mínimo, deberían esperarse siete largos años.

   A pesar de ello, hubo gente, por ejemplo de la UNAM, que abiertamente declaraban que el antígeno, el remedio momentáneo no era seguro, además de dañar a otros órganos de nuestro cuerpo. Cargamos todavía serios prejuicios, como no creer en las inyecciones que se han logrado encontrar en Cuba, China o la Unión Soviética por aquello de que pudiéramos sufrir de algún contagio comunista.

   La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que en el planeta hay un veinticinco por ciento de la población, decidida a no vacunarse, por falsas creencias o información, eso lo podemos observar en Uruapan, Pátzcuaro, Chiapas. Con pena, en la segunda población observamos a un carrito de sonido invitando a recibir la vacuna, inclusive sin registro o papel alguno. Al menos en Michoacán no ha habido un actuar conjunto, una sincronía para cuidarse, pues las fiestas, festejos, jaripeos, bailes, torneos de futbol, reuniones continúan por la libre, las autoridades municipales no se dan por enteradas.

    Se habla de un rebrote epidémico conocido como Delta, más contagioso, pero pocos saben que eso es parte de la negativa hacia la vacuna, quienes llegan hoy a los hospitales, gente cada vez más joven, confiesan que se negaron a recibir el remedio momentáneo. En el planeta los contagios van a la alza, en parte porque las naciones desarrolladas han acaparado la vacunas, las tienen hasta para inyectar tres, cuatro veces a su población; el virus sufre mutaciones, cambios es más letal, porque tiene el campo ideal, propicio para cambiar, para ser más resistente, por el poco número de inyectados, así la gente de más edad, a pesar de estar vacunada vuelve a contagiarse y morir. En Estados Unidos de América se ofrecen cien dólares, despensas y nuestros primos ni así aceptan.

    Los científicos de la salud encuentran cada vez más misterios en esa epidemia, que amenaza a estar con la humanidad durante mucho tiempo, cobrando la vida de miles, millones de gentes. No se explican porque los pequeños no se contagian, pero se convierten en trasmisores del virus hacia sus familias o conocidos. La envidia, el egoísmo, la ignorancia, el desamor, la falta de fraternidad, el ansia de dinero va ganando la batalla, nadie hace caso a nadie. Muchos gobiernos, partidos políticos, iglesias, empresarios, autoridades escolares, medios de difusión caminan por su lado, sin sentir ninguna obligación, compromiso con sus semejantes.

      La epidemia amenaza con extinguir la enseñanza, las escuelas, la educación, más de año y medio los niños, adolescentes, jóvenes, adultos han estado fuera de lo que es verdaderamente esa actividad tan importante para el género humano. Y ello, lastimosamente, parece no importarle en absoluto a nadie. Si no hay unidad frente a la vida, que ante la vista de todos se está extinguiendo, menos la va a haber frente al peligro del cambio climático, a la reacción de la naturaleza que nos dice su inconformidad por la forma en que la estamos tratando. ¿Cuándo habíamos visto a un huracán hasta las cercanías del lago de Pátzcuaro que derriba árboles furiosamente? No vemos la relación de ese fenómeno con la falta de lluvias o su exceso; el desborde de ríos como en Hidalgo: el derrumbe del cerro del Chiquihuite  en el Estado de México. Las avalanchas de tierra en Jalapa que arranca la vida a unos niños con su mamá.

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