Adén Castro

    Aún en medio de la pobreza, de la falta de ternura, tiempo, que mis padres no podían ofrecerme por su necesidad de atender alguna de las exigencias familiares. Sin embargo, siempre reconocí el gran milagro que realizaron para traerme a este mundo, donde hice mías todas las ideas, costumbres, gustos, formas de organización que había en el medio donde empiezo a vivir.

    En mal momento a mi padre le suspendieron durante años su salario, trabajaba pero no le cubrían su pago, pues debía esperar un largo papeleo en la ciudad de México, sin ello hubo dificultad para traer calzado, ropa; combustible para cocinar y por supuesto comida, en una ocasión desesperados todos salimos al campo a recolectar quelites. Hubo salvación, mi madre guardaba un profundo aprecio, respeto a la naturaleza, en su casa tenía árboles frutales, no creían que había mandarinas, fresas, sembradas, cultivadas por ella, chayotes, naranjas, nuez.

   Nos salva su trabajo de campesina, gracias a los buenos temporales teníamos maíz, cultivos de janamargo, avena. Inquieta le da por tener yerbas medicinales, más de trescientas macetas, recuerdo como con los pétalos de las flores ilumina con mi hermano desesperado por no tener colores, un dibujo que fue muy apreciado por su maestra. Cuando veía el misterioso árbol de higos, nadie me dijo, pero supuse que provenía de medio oriente. Se las ingenia para criar sus gallinas y cerditos.

  En la pobreza uno está expuesto a todo, así en una mañana un pequeño cachorro me mordió, me regañaron por no haberme defendido, de pronto un rumor de muchos niños mordidos nos llama la atención, el can en cuestión tenía rabia, un mal que de no atenderse provoca una de las muertes más dolorosas, trágicas que pueda haber, por fortuna me inyectaron catorce veces en el abdomen, un verdadero suplicio, dolor pero sobre todo el involucramiento decidido de tres personas al final para inocularme, pues desesperado, como gusano en el sartén al fuego, me convulsionaba.

  Curiosamente ese mal me llevó a pensar en un serio agradecimiento, con gente que ni siquiera sabía que existía, con Luis Pasteur que descubre el antibiótico contra ese peligro para la humanidad. Aprendí a leer y escribir con una maestra que seguramente no había estudiado siquiera la primaria completa, de joven le pregunte sobre el método, la forma que utiliza para producir el gran milagro, con sorpresa escucho que solamente uso el amor, su empeño, la dedicación para ello. En mi niñez aprendí la gran importancia que tiene el comer, no hacerlo me trajo graves consecuencias en mi carrera para cursar la secundaria donde me quedaba dormido en las clases. A pesar de graves carencias nunca me dio vergüenza por lo que era durante mis primeros doce años.

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