CNCA-INAH. Investigó José Octavio Ferreyra Rodríguez
En la época colonial, como parte de las celebraciones religiosas de Semana Santa, comenzó en México la práctica de levantar altares de Dolores en templos y casas particulares.
El Día de Dolores corresponde al sexto viernes de Cuaresma y fue instituído por el Concilio de Colonia desde el año de 1413, en recuerdo de los sufrimientos que padeció la Virgen durante la Pasión de Cristo. Hasta donde se tiene noticia, fue cuando en 1519 fray Bartolomé de Olmedo erigió en San Juan de Ulúa el primer altar en tierra mexicana; más tarde, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, esta costumbre adquirió mayor popularidad entre la sociedad novohispana.
El altar que hasta hoy día se levanta en México consiste en una plataforma escalonada, adornada con encaje o papel picado e varios colores, sobre la cual se colocan varios objetos como candeleros, platos con dulces y elementos simbólicos que aluden al dolor de la Virgen. Destacan, entre otros, naranjas que representan la amargura, agua que refleja las lágrimas derramadas y flores como alabanza en su honor.
A pesar de ser una práctica cristiana, en los altares mexicanos pueden observarse algunos elementos de tradición prehispánica como el uso de semillas de colores que, probablemente, hacen alusión a la fertilidad de la tierra. No pueden faltar, las macetas de barro con figuras de animales, en las que siembra con anticipación, cebada y chía para que germine y forme parte de la ornamentación.
Sobre el altar se deposita una imagen de la Virgen de los Dolores, representada en algunas ocasiones, con siete puñales o una daga en el pecho, la cual reúne simbólicamente los siete dolores de la madre de Cristo y la profecía de Simeón en el templo, la huida a Egipto, la pérdida del niño a los doce años en Jerusalén, el encuentro con Jesús camino al Calvario, la crucifixión, el descendimiento y el entierro de Cristo.