Fidel Rodríguez Ramos
Cualquier dato que se refiera a la realidad que estamos viviendo, nos muestra que desde hace ya un largo tiempo no tenemos Estado, tomemos por caso la industria del agua, las embotelladoras, cada año tienen ganancias que varía entre los setenta y ochenta mil millones de pesos, no así el Estado que destina para atender toda la situación de ese vital líquido en el país, asciende a solamente dos mil quinientos millones de pesos.
Lo ignorábamos, pero apenas nos dimos cuenta de que quienes manejan, comercializan, privadamente la industria del agua, tienen sus defensores en el poder legislativo, perjudicando a más de cincuenta millones de compatriotas, para quienes no existe el derecho al agua. No hay Estado, si entendemos por ello, una gran organización que, por lo menos, atenuara las grandes disparidades sociales, así a la industria minera se le asigna toda el agua que necesiten.
Al existir un vacío de esa figura, hemos observado recientemente un hecho increíble, representantes de varios partidos políticos prefirieron que compañías eléctricas extranjeras hayan creado un monopolio de esa industria, sin importarles que se dejara desprotegida a la Comisión Federal de Electricidad.
Orgullo, aunque no lo supiéramos definir, era contar con un Estado que pensábamos existía para atender lo más básico, importante para una sociedad, como la seguridad física de todos, la educación, la salud, la vivienda, industria, agricultura, el transporte, el comercio. Ya no pensamos en esa asociación, ni siquiera en un municipio, porque en él es difícil por ejemplo garantizar el acopio de basura.
El alejamiento del Estado fue posible en México, desde que empezamos a aceptar que ya era inútil, atrasado, seguir creyendo en lo que le da origen en 1917 con la elaboración de la llamada Carta Magna, con la Constitución. Hace cuarenta años, por todos los medios se invitó a dejar de pensar en algo que se consideraba una fantasía, algo que ya no estaba justificado con la realidad, el Estado debería de desaparecer para las mayorías carentes de todo, existir para una minoría que aseguraba era capaz de resolver todas las necesidades sociales.
El vil engaño, que se propala por todo el planeta, se descubre, quien lo fuera a pensar, con la epidemia del Covid-19. La minoría que controla al Estado se muestra ineficaz, para atender todo. Curiosamente aceptan estar equivocados, claman por que ese organismo, urgentemente, retome el papel que desde siempre ha desarrollado, proteger a todos. Hoy es nota en todos los medios de difusión la violencia que se ha enseñoreado no solamente en México sino en todos los continentes ¿y cómo no habría de ser así cuando la seguridad se ha privatizado, vuelto un renglón lucrativo, que brinda enormes ganancias?, eso pasa en México, en Ucrania hasta donde han acudido ejércitos, soldados de fortuna, mercenarios para lucrar en algo que compete al Estado atender, por aquello de que el monopolio de la violencia lo tiene ese organismo, nacido cuando la humanidad empieza a conocer el esclavismo.