Fidel Rodríguez Ramos

    Lo que ya creíamos cerrado para siempre, el asesinato, con un arma de fuego, del priista Luis Donaldo Colosio Murrieta, un 23 de marzo de 1994 en Tijuana, cuando terminaba de presidir un mitin en la colonia popular de Lomas Taurinas, buscando la presidencia de la República, se reaviva en éstos días, diciendo que su homicida, el michoacano Mario Aburto fue supuestamente torturado para que se confesara como ejecutor de una muerte que cimbra a todo el país, anunciando una situación de preocupación para todos, pues en esos días había una guerra declarada entre el gobierno federal, presidido por Carlos Salinas de Gortari y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en Chiapas.

    En los inicios de ese año, Colosio es recibido en la ciudad de Pátzcuaro, en la Plaza Grande, y horas antes empezamos a cubrir el evento, llega la avanzada de camionetas, una de ellas abollada en el frente, se veía preocupación en las gentes jóvenes de la misma, flotaba un ambiente raro y tiempo después se declara que precisamente en este lugar se había diseñado un plan para ejecutar a Colosio, quien despierta la ira de muchos priistas, sobre todo de Salinas, pues el candidato durante un acto en el monumento de la Revolución en la actual Ciudad de México, hace un fuerte reclamo, hablando sobre la necesidad de hacer a un lado el neoliberalismo que impide la justicia, la sobrevivencia de una inmensa mayoría de la población.

  El discurso no agrada a la élite, a la minoría que realmente dirigía al país, se empieza a difundir que sería bajado de la campaña, para nombrar a un nuevo prospecto, que garantizara seguir con el arbitrario, perjudicial modelo. La muerte de Colosio, los hechos que acompañaron a la misma, desde el primer momento fueron confusos, deliberadamente se cambiaron muchas cosas, varias horas no se supo sobre el paradero de Aburto, que privadamente fue interrogado, después es presentado a los medios de difusión rasurado, arreglado, diferente a las imágenes que de su persona se difundieron por todo el mundo, después de disparar a  Colosio.

    Todo fue un caos después, se habla que sobre el candidato hubo otros disparos, el uso de armas diferentes a la de Aburto. Se detuvieron a varias personas, que después son liberadas, a pesar de que había decenas de imágenes que claramente los mostraban como participes de un complot, magnicidio bien diseñado. Acostumbrados a ver como se resuelven las cosas en México, sabíamos que un crimen de esa magnitud, jamás iba a ser resuelto, por los enormes intereses en juego, los de un partido político acostumbrado a usar los más eficaces métodos para eliminar a quienes disintieran, se opusieran a un control que pronto cumpliría setenta años. La confusión aumenta cuando el PRI, ante la falta de otro candidato que supliera a Colosio, se da a conocer un video donde supuestamente el fallecido desea que su sucesor en la aspiración presidencial fuera Ernesto Zedillo Ponce de León. Por primera vez, en una mesa de negociación nacional, los indígenas insurrectos del EZLN exigen una justa electoral limpia, sin trampas, libre donde el resultado final fue la victoria de Zedillo.     

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