Alicia R. Oseguera
A pesar de que en nuestro país, se registran 105 mil 112 personas desaparecidas, éste preocupante hecho a muchos nos es indiferente, quizás porque desde hace décadas los distintos gobiernos federales han mostrado una incomprensión, desinterés ante las mamás, familiares que de pronto se dieron cuenta de la ausencia de sus seres queridos, no hay algo más doloroso que individualmente cargar a cuestas con una pavorosa, difícil situación, sin medios, sin saber por dónde empezar, a quien recurrir.
La vida para quienes han sufrido el extravío de un hijo, hermano, sobrina, tío, abuelo, papá, mamá, de pronto cambia radicalmente, todo se vuelve incomprensible, miles de preguntas atormentan la conciencia, el primer paso que siempre se da es empezar a pegar carteles, hojas, mantas con la foto de quien se encuentra ausente, pegarla en cada poste, pared esperando un milagro, al pie del retrato siempre se deja un número telefónico, muchos observamos esos avisos, nos conmovemos pero a los pocos momentos eso se aleja de nuestra mente.
Que desgracia que éste fenómeno, que no lleva mucho tiempo en México, sea ignorado por el gobierno, en sus distintos niveles, por las diferentes policías y cuerpos militares que precisamente existen para garantizar la seguridad de todos. Cuando se extravía una adolescente las autoridades exclaman: “Seguramente se fue con alguna amiga, no se preocupe pronto regresará. Oh quizás se disgustó, y en represalia anda por ahí vagando, así son los jóvenes”. Hace poco tiempo en un diario de circulación nacional, se anunciaron las diferentes rutas que hay en el país, donde se acostumbra secuestrar, robar a mujeres de distintas edades para llevarlas de contrabando, ilegalmente a los Estados Unidos de América para explotarlas sexualmente. Muchos niños se esfuman, y no sería raro saber que sus órganos se oferten como una mercancía más, para aliviar la salud de quienes los pueden adquirir, esto parece cuento de ficción, pero recordemos la realidad siempre la supera.
Ante esta situación, es doloroso decirlo, la mayoría estamos ausentes, quizás por no saberlo, por no creerlo, o por ver que nadie de los que tienen la posibilidad de hacer algo, rechazan involucrarse en algo que consideran no les incumbe o importa. Muchos adolescentes nos confían que ese fenómeno se da porque los cuerpos de seguridad no desean cumplir con la obligación que tienen, como es perseguir, castigar estos delitos. Nuestras instancias políticas organizadas temen participar en ese asunto, quizás porque creen que ello no les garantiza ganar presencia, simpatía social. Si se sigue cerrando los ojos a esta calamidad que ha avanzado por toda la región, municipio, región o entidad, la cifra de las desapariciones diarias seguirá avanzando, ya no serán 23 sino muchas más.