Fidel Rodríguez Ramos

Así, espontáneamente en Pátzcuaro, Quiroga, Apatzingán, Morelia, Uruapan y Huetamo, cientos de mujeres salieron a protestar por la muerte de Jessica, quien apenas empezaba a saber lo que era vivir; este tipo de amargas situaciones nos mueven a hacernos muchas reflexiones.


Supuestamente la jovencita de Morelia, confiada salió con un hombre llamado Diego, que no ha podido ser localizado. En los medios se difundió una parte de lo que filmó una cámara en el estacionamiento de un negocio de autolavado, en ese fragmento aparece Diego observando fijamente la cajuela de su auto lo deja y ya no se presenta a recogerlo, en esas imágenes vemos a una persona normal, seguro de sí misma.


El atropello contra nosotros, contra todos los habitantes de este país, donde nadie está seguro, ha cobrado carta de asfixiante naturalidad, donde lo anormal sería que no pasara nada a nadie. Por lo menos desde hace cuarenta años, el atentado contra todos ha venido avanzando, al grado de que, si nos enteramos de la desaparición o muerte de alguien, nos decimos: “seguramente andaba en “algo”, como si ese “algo” justificara la eliminación de cualquier semejante.


En México aterran las increíbles cantidades de muertes, desapariciones ¡que no se dan siquiera en los países donde hay guerras declaradas! Tanta violencia ya no nos permite creer en ninguna autoridad, partido político, organización que SUPUESTAMENTE tienen como ELEMENTAL OBLIGACIÓN exigir cuidado de nuestra integridad física, esa razón la debe cumplir el estado, los presidentes pues gracias a ese deber salen elegidos, triunfan en las elecciones.


Desgraciadamente, hasta hoy han sido precisamente los presidentes quienes han consentido la agresión, muerte hacia los que exigen se cumpla la Constitución, el artículo que dice que es DEBER del Estado velar, cuidar por lo más valioso que hay en esta Patria y que es precisamente NUESTRA VIDA.    

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