Fidel Rodríguez Ramos
De una manera unilateral, sin pedir permiso formal, los permisionarios del Servicio Urbano de Morelia, elevan sus tarifas, afectando la economía popular.
Ante estos hechos los alumnos de la Universidad Nicolaita se inconforman, realizan actos de protesta y en uno de ellos les arrebatan su equipo de sonido, al exigir su devolución a los agentes de la procuraduría del Estado es agredido mortalmente con arma de fuego el universitario Everardo Rodríguez Orbe, quien horas después fallece.
Ante esa injusticia la Universidad Michoacana exige castigo a los culpables, se declara en huelga y pide la desaparición de poderes, que deje el poder el entonces gobernador Agustín Arriaga Rivera. La respuesta oficial es pedir a la Legislatura (diputados) la intervención del ejército.
El planteamiento es recogido por el presidente Gustavo Díaz Ordaz quien LLAMA al Congreso canalizar a Morelia quinientos soldados, quienes desfilan por la Avenida Madero. Los estudiantes, el pueblo realizan una manifestación en pleno centro, y a una orden del general Marcelino García Barragán, secundada por su homónimo Félix Ireta Viveros ésta es dispersada por la caballería a sablazos, la gente apresuradamente se refugia en el Colegio de San Nicolás, creyendo que la tropa no se animaría a tomar la casa de Vasco de Quiroga, Hidalgo, Morelos y Ocampo.
Vana ilusión pues los milicos lo invaden, además de albergues estudiantiles. En ese desalojo son tomados como prisioneros dos mil universitarios, expulsados maestros de Puerto Rico y Guatemala. Valientemente un maestro impide que la sala principal donde se encuentra el corazón de Melchor Ocampo, sea profanada por la milicia.
Ese brutal ataque provoca la caída del rector, la humillación de la mayoría de los maestros y maestras que aceptan haber permitido el supuesto trabajo nocivo de líderes estudiantiles, maestros, profesionistas encaminado a realizar un plan de inestabilidad subversiva diseñado en Cuba.
Diez días la máxima casa de estudios se convierte en cuartel, Arriaga Rivera dispone la desaparición de las secundarias varonil y femenil, la extinción de la Facultad de Altos Estudios “Melchor Ocampo”. Curiosamente la UNAM se resistió a declararse en apoyo a la casa de Hidalgo, sin imaginar que dos años después correría la misma suerte.