Fidel Rodríguez Ramos   

Después de 1921 fue destacada la labor de los maestros, ayudaron a las comunidades de la meseta p´urhépecha para que éstas recuperaran sus bosques, aprovechados por el norteamericano Santiago Slade, quien instala un ferrocarril en los cerros cercanos a Pichátaro.

Las haciendas cercanas a la ribera del lago, son repartidas entre los campesinos para formar ejidos, de esta manera algo que era suyo desde tiempo inmemorial vuelve a sus manos.

Los profesores debían ser controlados, las mismas normales rurales que en 1968, por órdenes del presidente Gustavo Díaz Ordaz, desaparecen más de veinte por simpatizar con el movimiento estudiantil. Muchos hijos del pueblo estudiaban becados, gozaban de comida y hospedaje en el Instituto Politécnico Nacional, su internado es tomado por militares, desaparece y toman preso a su dirigente estudiantil moreliano Nicandro Ortiz Mendoza.

El control de los maestros, su compromiso con los más necesitados tiende a desaparecer con la creación del SNTE (Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación) en 1943. El primer dirigente del SNTE es Luis Chávez Orozco, distinguido intelectual, estudioso del mundo indígena.

La verdadera ruina, el inicio del fin de las glorias del magisterio empiezan con el ingeniero Jesús Robles Martínez al frente del SNTE, quién con mano de hierro, violencia impide la insubordinación de los maestros.

Al anterior líder lo supera en todos los órdenes, el profesor Carlos Jonguitud Barrios, quién a punta de metralleta, apoyado por Luis Echeverria Álvarez, toma el SNTE. La ruina de aquella escuela de la Revolución empieza a ser notoria antes de que termine 1990, la gente adulta se sorprende al ver como mucho de lo que se enseñaba en quinto, sexto de primaria, era difundido ¡en segundo, tercero de secundaria!

A Jonguitud Barrios, a su dócil camarilla el gobierno entrega la conducción, organización, control de la enseñanza. Jonguitud otorga los más altos cargos no a maestros distinguidos, sino a quienes muestran más lealtad, cumplimiento de las órdenes más violentas que indicaba Jonguitud contra todos aquellos maestros que mostraran deseos por hacer una mejor escuela, con planteamientos adecuados para dar respuesta a las necesidades materiales y problemas sociales.

Con Jonguitud la democracia es aplastada brutalmente, al grado de que los inconformes ni siquiera podían marchar, al final, en los desfiles del Primero de Mayo. La corrupción florece en todo su esplendor, el abuso sexual era algo común; los puestos de maestro, direcciones, supervisiones podían fácilmente comprarse, aún y cuando no se tuviera la preparación profesional.

Lo anterior explica mucho del desastre educativo que sigue devastando, arruinando al país. Después del potosino Barrios, el sindicato es ocupado por Elba Esther Gordillo Morales, impuesta por Carlos Salinas de Gortari, la señora Gordillo llega a ese cargo sin haber pisado jamás alguna aula normalista, se forma al vapor en cursos sabatinos y de verano.

Con Gordillo prácticamente la escuela se viene al suelo, pues el principal interés de la dirigente es apoyar campañas políticas, proponer a sus súbditos como diputados, presidentes municipales, gobernadores, senadores. Como sería su abuso, su paso destructivo por el campo de la educación que Peña Nieto decide someterla en una cómoda prisión hospitalaria.

Una oportunidad de oro se pierde en el 2013 con la caída de Gordillo para oxigenar a la educación, Peña Nieto, sin el permiso de más de un millón de maestros, nombro como “sucesor” al docente Juan Díaz de la Torre quien da órdenes de obedecer en todo al presidente para no pisar la cárcel.

Otra oportunidad de oro se echa por la borda cuando llega el Peje al gobierno en el 2018, pues la misma camarilla abusiva, destructora, parasitaria es beneficiada cuando en sus filas surge el “nuevo” mandamás de los maestros y trabajadores de la educación, quien sigue en esa tradición de continuar destruyendo la escuela es el multimillonario profesor Alfonso Cepeda Salas.

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