José Octavio Ferreira Rodríguez

En un lugar perdido del planeta, lleno de árboles y follaje, se organiza una reunión donde varios niños y niñas fueron invitados para que llevaran un presente con el cual se celebrarían las fiestas invernales.

Con dificultad se abre la maleza, hacemos a un lado el denso ramaje y observamos una cálida fogata, unos pequeños tomados de la mano, bailan alrededor de la misma. De pronto la tierra se cimbra por el paso de un elefante, seguido de un camello y un corcel, del primero desciende una niña. ¡Hola! Buenas noches, me han traído desde Arabia tres reyes magos, para ustedes traigo regalos y ellos deben recorrer amplios espacios para localizar a un Niño que habrá de salvar a la humanidad por sus faltas.

¡Bravo! Dijeron los convocados y no salían de esa sorpresa cuando llega un niño portando un árbol de navidad. ¿Cómo están? Desde Alemania les traigo este presente de renovación. Todos aplaudieron y en medio del festejo llegan dos niñas que con cierto esfuerzo llevaban un bello Nacimiento, esperamos -dijeron- les agrade este obsequio que con amor traemos desde Italia.

De pronto toda la atención se pone en el cielo, se oye el ruido de cascabeles y un fuerte ¡Jo, jo, jo! De un trineo se apea un niño con un gran muñeco parecido a quien conduce  el carruaje jalado por renos. Reciban este Santa Claus desde Holanda; todos los niños y pequeñas vieron con admiración ese regalo y el trineo cargado de regalos se pierde en medio de  luces brillantes.

¡Cloc, cloc, cloc! Se oye en la floresta y todos ven a un niño que cargaba un pavo, cacao, una bella flor de nochebuena y un dulce extraño, el ponteduro. ¡Quiubo! Vengo de México con estos detalles que espero les gusten, todos los presentes gritaron de alegría y con curiosidad veían la roja flor. Además -comentó- les propongo hacer Posadas y Pastorelas.

¿Y eso qué es? dijeron asombrados todos los pequeñines. Buenas noches, saludó una niña que asegura venir de China. Les traigo una piñata que con mucha fe, a ciegas, deben romper. Sus picos representan los pecados capitales. Todos con gusto la colgaron, el viento mecía ese hermoso regalo.

No podíamos faltar,  clamaron unos pequeños. Yo -dice una niña- desde España traigo villancicos, la tradición de hacer Misa de Gallo. Que bien se la están pasando, comentó otro niño rubio, reciban desde Estados Unidos de América estas tarjetas de Navidad que debemos de intercambiar con nuestros seres queridos. Y yo -expresa una niña- desde Roma traigo coronas para poner en sus puertas y la tradición de intercambiar regalos.

Todos reían y a una señal hicieron una fila, se tomaron de las manos, las alzaron y en varios idiomas expresaron ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!

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