José Octavio Ferreyra Rodríguez

Por primera vez no importa mi nombre, soy médico con especialidad en oftalmología, egresado de la Universidad Michoacana, mis colegas me dicen: “descanse ya doctor” lleva más de doce horas atendiendo a los pacientes. ¿Qué no tiene familia? ¿Quién de los pacientes del hospital de La Raza se lo va a agradecer?

Miro por el ventanal y feliz veo a la gente preparándose para celebrar navidades, año nuevo y en este momento pienso en mi familia, a mi hija que desde febrero no ha podido darme un abrazo. Me reconforta saber que me comenta que hoy más que nunca está decidida a ser también médica como yo, a pesar de que apenas va en primer año de primaria, el regalo que más ha agradecido a los Reyes Magos es un vestuario de enfermera, su botiquín y las jeringas con las cuales inyecta a la primer naranja que se le ponga enfrente con agua.

Siento como si me hubiera divorciado, ya no veo a mi esposa quien llevó todas mis cosas a lo que antes era la casa de los presidentes de México, a Los Pinos. Ahí me baño, duermo cuando hay la oportunidad no como ahorita donde veo a gente llorando, pidiéndome que salve a algún familiar de edad, muchos prácticamente vienen a morir aquí, pues todo se les complica, la diabetes, la hipertensión. Es raro ahora empieza a venir gente joven que se supone inmunes al virus del Covid-19. ¡Sálvelo doctor por su madre! ¿Cómo es posible que se halla infectado cuando tan sólo fue a una reunión con varios de sus amigos? Nunca salía, pero acepto reunirse con sus compañeros de generación, dizque para celebrar una posada.

Prácticamente nos estamos enseñando a entender y detener a esta nueva aparición del Coronavirus, no tenemos tiempo para saber como va el estudio de este virus, no sabemos cuanto a pesar de vacunarnos va a durar la inmunización, la protección. Nosotros como el gobierno actuamos haciendo lo mejor que podemos las cosas, porque un día seremos juzgados por nuestro pueblo, por la historia. Se dice que el Covid-19 afectará severamente a más de doscientos millones de la población del planeta en un primer momento, y de no encontrarse el remedio, la vacuna eficaz podemos decir que deben prepararse más de noventa millones de mexicanos que no han albergado en su cuerpo el caprichoso microbio que está por todas partes, apenas lo que hoy conocemos de contagios, muertes es parte de la primera oleada.

Y yo me pregunto ¿qué debemos celebrar? Año nuevo por supuesto que no. Como celebrarlo cuando el que está por morir nos recordó muchas cosas. Nuestra fragilidad, el ver como cosa menor la conquista de México por los españoles que nos trajeron tantas epidemias, así como hoy nos sentimos así se dolieron nuestros antepasados por la viruela que les trajeron quienes los conquistaron sangrientamente. Ellos estoicamente se prepararon para morir en la estera de tule, así lo hicieron porque ya no tenían nada en que confiar.

Celebremos año nuevo, pero pensando en que es necesario pensarnos todos como una sola familia, pensamos en lo espiritual, pero lloro al saber que quienes nos garantizan la posibilidad de la gloria eterna los sacerdotes están como millones de compatriotas sin la posibilidad de recibir atención médica, a pesar de que el derecho a la salud es un bien que se conquistó con el derramamiento de ríos de sangre. En este Año Nuevo más que desear dicha y felicidad, comprometámonos a salvaguardar la seguridad, la vida de todos nuestros semejantes, a quienes se les debe garantizar la vacuna en cualquier lugar del planeta donde se encuentren.

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