POBREZA

Ene 13, 2021

“Donde te agachas o te rebelas”

Fidel rodríguez Ramos

¿En qué no te afecta la pobreza? No te permite entender el medio donde vives, te acostumbras a no comer como debe de ser, un poco de té, un pedazo de pan por la mañana.

A mediodía un taquito de sal, otro con queso y algún plato de sopa o fríjoles. Por la noche nada. Hubo días en que simplemente no se comía, desesperados recolectamos quelites silvestres, en tres piedras se puso una cacerola con agua para prepararlos, juntamos ramas para el fuego.

Se duerme en el suelo, en un pedazo de cartón, cubiertos con lo que fuera, acompañados de pulgas, pinacates, zancudos, arañas, juntos todos los familiares. Te pedían no ensuciarte por no tener jabón, dinero para la luz y planchar, esto último se hacia con planchas calentadas en el carbón.

Descalzo, y o enseñando los dedos de los pies que no podían contener los zapatos abiertos por delante, como fauces, buscando cartones para hacer plantillas que ocultaban varias horas los agujeros en las suelas.

No hay comodidades, libros, paseos, frutas, fiestas. Te vuelves tímido, cohibido, huraño, desconfiado, insociable. Crees todo lo que observas, escuchas cuando tienes la rara oportunidad de ver algún televisor, película, oír radio, leer algún pedazo escrito. Crees lo que te dicen todo tipo de autoridades. No puedes cuidar tu cuerpo, no sabes lo que son las medicinas, servicios médicos que no vayan más allá de las vacunas universales.

No tienes idea de cuales son las etapas que te tocará vivir en tu desarrollo como persona, agradeces profundamente lo que otras buenas gentes te regalan o te procuran. Tanta carencia, hasta de cariño, te provocan cuando entras a la adolescencia mareos, sentir que pierdes el piso de vez en cuando, terrible antes enfrentarte en las peleas obligadas de chamacos, que como prueba debes pasar.

Quien sabe como nos habría ido de no haber tenido yerbas medicinales, árboles frutales. En la pobreza, repito se pasa un hambre bárbara, la vecina tenía un perro llamado “churingo”, este can desesperado no vacila en comerse los fríjoles hirvientes en la olla, ella lo celebraba a carcajadas.

Nos salvaron los chayotes, tejocotes, raíz, limón, mandarina, naranja, míspero, guayaba, fresa, aguacate, lima, durazno, chabacano, chirimoyo, desde entonces les guardo una profunda devoción y aprecio, no me importaba que mis amigos me dijeran: “tu casa parece una selva”.

No sabes que eres como un coche, que para caminar necesita gasolina, nosotros comida. Sobre todo, para tener éxito en la escuela para aprender, a una comunidad indígena llegó una niña americana a convivir unos días, y el primer día nos pregunta ¿a qué horas sirven el lunch?

Mucho de lo anterior se refleja en un libro que prohibió el gobierno de México a mediados del siglo XX, “Los hijos de Sánchez”, cuyo autor fue Oscar Lewis. Hoy me pongo en los zapatos de la mitad de los trabajadores de mi patria que diariamente, con su esposa e hijos, deben salir adelante con doscientos cincuenta pesos diarios.

Anduve en Metlatotonoc, Guerrero donde los jornaleros deben recorrer diariamente más de quince kilómetros para ganar menos de veinte pesos, otras gentes de ese lugar tejiendo sombreros menos de treinta pesos. Compasión siento por mis compañeras y compañeros viejos que deben hacer frente a la vida, abandonados con cuarenta y cinco pesos diarios que les procura el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, es poco, pero antes de este sexenio, cuestionado por todos lados, no recibían nada.

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