Fidel Rodríguez Ramos
No ha hecho mucho frío en este invierno, ésta situación no la hemos relacionado con el llamado cambio climático, la alteración del medio ambiente por nuestro pésimo contacto con el mismo.
Culturas antiguas, altamente desarrolladas, donde muchas enfermedades se aliviaban gracias al conocimiento de plantas y árboles, al grado de que colocaban en éstos últimos banderas rojas para evitarles los daños de los eclipses, esas civilizaciones desaparecieron por la falta de agua, bosques, selvas, tierras para obtener alimentos.
Al momento de la llegada de los españoles, hace quinientos años, nuestro México estaba cubierto de floresta en un setenta por ciento, hoy ese manto verde se ha venido reduciendo, junto con una fauna silvestre y acuática. También muchos padecimientos se aliviaban con animalitos que abundaban en la superficie y el agua, como el zorrillo, iguana, tlacuache, víbora de cascabel, el achoque que cura la anemia.
De poco nos ha servido observar, como lentamente viene muriendo el lago de Pátzcuaro, y es bueno que uno se pregunte sobre cuáles serán los posibles daños en Yucatán, Campeche, Quintana Roo con la construcción del llamado tren Maya, un proyecto que inicia Peña Nieto, y nadie, lamentablemente hizo crítica alguna por las posibles afectaciones a un paraíso que sin piedad tratan con la construcción de gigantescos hoteles, destruyendo manglares, arrecifes que son la más eficaz barrera, protección contra los huracanes.
A pocos metros de la laguna de Bacalar, Quintana Roo, un sitio bellísimo donde el agua con la brisa se pinta de colores, notamos como empieza a verse la acumulación de basura que por descuido dejamos los visitantes; cosa igual, un prodigio de la naturaleza conocimos hace cuarenta años en Zirahuén, “Agua Verde” donde por la combinación de luces, sombras, algas, las cristalinas aguas cambiaban de color. Poco a poco la selva quintanarroense es penetrada por extensos plantíos de palma africana para obtener aceite, modernas autopistas que van de Cancún a Chetumal. Aquí en Zirahuén los bosques de pino y encino son suplantados con árboles de aguacate que ocupan grandes cantidades de agroquímicos, agua en abundancia, lamentablemente los primeros escurren a ese vaso lacustre que se cree estaba antes comunicado con el de Pátzcuaro.
Por el crecimiento desordenado de huertas, del llamado oro verde, por envidia, por la idea del dinero fácil, por la corrupción, falta de vigilancia, el aguacate se ha convertido en una inmensa aspiradora que seguramente afecta a los ríos subterráneos, manantiales, ello anuncia una futura crisis en el abastecimiento de agua a los hogares, para el consumo humano.
A raíz del TMEC (comercio con EUA y Canadá) empresas productivas de berrie, fresa, arándano, zarza se han afincado en la región, utilizando millones de litros de agua. Especialistas han mostrado su preocupación por esos exitosos cultivos, pues con el paso del tiempo convierten los espacios en verdaderos desiertos verdes, donde nada se puede volver a sembrar. Vieja historia es el arrasamiento de bosques, suelos, arbustos donde cada hojita, cada día, produce una gota de agua, nunca ha existido una oposición a esa necesaria práctica que permite la sobrevivencia, enriquecimiento, hay inconformidad porque se nos ha olvidado que por cada árbol derribado deberíamos de plantar otros cinco. ¿Aún estamos a tiempo para evitar una futura catástrofe que recientemente observamos en Texas? (RRF).