Alma Gloria Chávez.

       Para muchas mujeres de edad madura (como es mi caso), nuestra “iniciación” en la práctica ciudadana se dio en pequeños grupos: de amigas, conocidas, familiares incluso, que nos reuníamos de manera espontánea, voluntaria, haciendo a menudo un verdadero esfuerzo por dejar todas esas tareas que a menudo se llegan a imponer como “un deber”.

       Al cabo del tiempo, algunas nos fuimos dando cuenta de que estos grupos fueron como una preparación para la acción, transformadora desde sus comienzos, porque simplemente parte de una elección.  Mirándolo a la lejanía, descubro cómo varias de mis contemporáneas decidimos “abrirnos” un tiempo y un espacio para nosotras mismas, lo que significa  romper con hábitos y horarios de servidumbre “para los demás”.

       Poco a poco y acompañada con otras mujeres de distintas edades, vidas y procedencias, fuimos capaces de identificar (gracias a las lecturas y experiencias que nos transmitían otras mujeres que viviendo en épocas y latitudes tan diferentes a la nuestra) cómo la educación alienada que se nos había dado, contribuía a dar vida a culturas como la nuestra, en las que a la mujer se le concibe sólo como parte subordinada de sociedades sexistas, clasistas y racistas. No fue difícil entonces dejar al descubierto algo de lo que era un secreto a voces: la violencia  “intrafamiliar”, que luego se identificó como violencia contra la mujer o violencia de género.

       Han pasado cerca de treinta años cuando iniciamos, en los pequeños grupos, una toma de conciencia que nos permitió afirmar, como tantas mujeres en el mundo, que cuando nos reunimos de manera libre para hablar entre nosotras de los problemas familiares, que no dejan de tener relación con el medio en el que hacemos nuestra vida, que “lo personal es político”.  Y también somos capaces de entender que no siempre estaremos acompañadas de aquellas con las que iniciamos esas reuniones o círculos de diálogo, porque estamos ciertas de que esos pequeños grupos cumplieron en su momento su tarea movilizadora, al lograr recorrer ese trayecto que va de la queja a la acción.  

       Releyendo algunos textos inspiradores que sin duda acompañaron las acciones emprendidas con algunas compañeras que hoy se encuentran en otros espacios, he elegido los siguientes testimonios contenidos en cuatro volúmenes editados por la UNAM y otras seis universidades autónomas del país, que compilan 208 entrevistas hechas a Mujeres Mexicanas del Siglo XX y que para mi gusto, no tuvieron la atención que merecían en otras casas de estudios universitarios, como la de Michoacán, por ejemplo.  Como un sincero reconocimiento a estas 208 mujeres y a tantas que continúan “diseñando” la “otra revolución”, van estas pequeñas memorias:

        RETOS DEL FEMINISMO. De Lourdes Arizpe, maestra en Antropología Social e Historia.   “El feminismo empezó a tientas su segunda época en los años 70.  Hoy tenemos la experiencia pero nos falta terminarla.  Algunas propuestas del feminismo ya se han incorporado a los movimientos centrales de las sociedades y de la globalización como la exigencia de la democracia, de equidad en las relaciones de poder, de coparticipación en la toma de decisiones y en la conducción de los grandes procesos económicos y políticos.  Durante demasiado tiempo, las mujeres de México aceptamos la marginación porque se imponía la dominación masculina a través de muchos órdenes.  Pero ahora cambió la estructura fundamental de las sociedades y las nociones mismas de poder y de desarrollo, por lo que las mujeres podemos, al fin, desplegar toda nuestra capacidad de imaginación y acción hacia el futuro”.

       PORTADORAS DE CAMBIOS.  Rosa Albina Garabito Elías, maestra en Ciencias Sociales.  “Considero que las mujeres hemos avanzado más que los hombres en términos de valores, de aprecio a la persona.  Son las condiciones materiales, las nuevas formas de existencia social las que están determinando estos cambios de actitud.  El hecho de que la mujer tenga que salir a trabajar, es el principio del cambio.  Cuando las mujeres aportan económicamente al mantenimiento del hogar, se modifica la relación de pareja y se construye la posibilidad de una relación más igualitaria y de una familia menos autoritaria”.

       Y algunas otras, de compañeras de aquéllos, nuestros pequeños grupos:

       DERECHO A LA DIFERENCIA.  “Nosotras, a partir de una conciencia del ser mujer en nuestra sociedad, abordamos la crítica del sistema,  arrancando del análisis de nuestra condición específica, de los problemas que derivan de una discriminación particular basada en la diferenciación de los papeles sociales por sexo y, para lograr un cambio real, necesitamos partir de las reivindicaciones generadas por nuestra marginación.  Hacemos responsable a esta sociedad que nos impone una vida de sobreexplotación y de sobreinjusticia.  Rechazamos un discurso que ha justificado, por medio de las leyes de la naturaleza, el dominio económico, político e ideológico de un sexo sobre otro”.  Reflexionaba Sonia Toledo, con formación de antropología social.

        HOMBRES Y MUJERES FUNCIONAMOS DIFERENTE.  “Si no fuera así, no serviría de nada que existiera uno y otro género.  Tenemos hormonas y sistemas corporales y procesos cerebrales que no tienen que ver nada el uno con el otro.  Y qué bueno que existe esa diferencia.  Nos aburriríamos muchísimo si no fuera así.  Pero si los hombres no entienden la mentalidad ni las funciones cíclicas de las mujeres, y las mujeres no entienden cómo reaccionan los hombres, ni por qué, tampoco es necesario que las estructuras de la sociedad empeoren nuestras relaciones con sus estereotipos y sus mandatos acerca de cómo debemos, las mujeres, ser.  Las reglas a seguir incluyen instrucciones de cómo hablar, qué decir, cómo vestirse, dónde ir, qué hacer y qué no hacer cuando estemos frente al otro”.  Afirmaba, con su amplia sonrisa, Socorro González.

       CUANDO UNA MUJER DISIENTE.  “Piensa y actúa diferente a lo socialmente permitido, y te encontrarás inmediatamente, quienes te enjuicien, condenen, discriminen y ataquen.  Y con mucha frecuencia será otra mujer quien lo haga”, decía, basada en elementos probatorios y contundentes, una mujer mucho más joven que yo, pero con una vida probada en prácticas ciudadanas y de género.  Pero también agregaba: “…y no por eso, nuestro interés por crear mejores condiciones de vida basadas en la equidad, el respeto y la no discriminación, dejarán de ser antepuestos en nuestra existencia.”  Así recuerdo a Alma Emilia Fuertes, en su breve estadía por tierras lacustres.

       Para ninguna de las aquí mencionadas, les aseguro, la vida ha resultado sendero fácil.  Algunas, sin lugar a dudas, se han enfrentado en más de una ocasión a los todavía hoy, gastados e intolerantes sistemas sociales.  Proponiendo nuevas relaciones sin discriminación, explotación ni autoritarismo, han resultado ejemplos a seguir, en este amoroso intento de conseguir, para todos/as, eso que nombramos Libertad. 

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