¡Viva México! ¡Viva Erongarícuaro!

  (Investigó: J. Octavio F. Rodríguez)

    María Luisa Martínez era vecina del pueblo de Erongarícuaro, donde tenía una pequeña tienda mestiza y en la cual se vendían productos de primera necesidad como aguardiente, cigarros, jabón, pilones, líos de cohetes y ocote. Estaba casada con Esteban García Rojas, alias el Jaranero, miembro de una familia importante de comerciantes de la región, quien se dedicaba a hacer jaranas y a venderlas en los pueblos de los alrededores. Entre 1815 y 1816 el matrimonio se declaró abiertamente partidario de la insurrección que iniciara Hidalgo, sobre todo desde que supieron que Domingo García Rojas, hermano de Esteban, había sido elegido presidente de la Junta de Taretan desde el mes de noviembre de 1815. La función principal que desempeño María Luisa fue proporcionar informes a los rebeldes, quienes con el pretexto de comprar mercancías adquirían también noticias sobre  los movimientos del enemigo.

    Por una carta que se le interceptó, se sabe que su contacto era el cabecilla Tomás Pacheco y que luego de verse descubierta abandonó su tienda. Sin embargo, fue capturada por un militar realista de baja graduación, quien para no fusilarla le pidió la jugosa suma de dos mil pesos y no volver a tener tratos con insurgentes. A los dos años fue nuevamente aprehendida por Pedro Celestino Negrete, quien le perdonó la vida arrancándole la promesa de no comunicar partes a los insurgentes; luego de hacerla desembolsar otros dos mil pesos la dejo en libertad.

   Regreso a su tienda y con más cuidado siguió apoyando  la Independencia. Entonces cayó en manos de Chivilí, quien le sacó otros mil pesos a cambio de dejarla vivir. María Luisa no tuvo enmienda, y fue de nuevo aprehendida por Pedro Celestino Negrete, quien la mandó fusilar en el cementerio de la parroquia de Erongarícuaro porque María Luisa no pudo conseguir esta vez los cuatro mil pesos que el militar le exigía para indultarla. Don Esteban García Rojas, triste y en la miseria, se fue a vivir a Tangancícuaro. A la jura de Iturbide volvió a Erongarícuaro para recoger lo que tenía y con el propósito de no dejar allí ni el polvo. Moisés guzmán Pérez.

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