J. Octavio Ferreira Rodríguez
Un 21 de octubre de octubre de 1865, en la ciudad de Uruapan fue fusilado el extraordinario combatiente del pueblo Carlos Salazar, considerado con otros valiosos hombres que también fueron sacrificados, como verdaderos mártires, quienes con su sangre abonaron el árbol de la soberanía nacional.
Salazar nace en Matamoros, Tamaulipas y desde muy joven ingresa al Colegio Militar, su compromiso con la Patria se hace presente, cuando enfrenta al poderío norteamericano en 1847, su alto valor es reconocido con un ascenso. Después combate al dictador que repetidamente ocupa la Presidencia de México, el nefasto Antonio López de Santa Ana quien para salvar su pellejo prefiere que Texas declare su independencia, su anexión a Estados Unidos de América a pesar de ser territorio nuestro, no contento con esa traición, por quince millones de pesos vende La Mesilla.
Su decisión de combatir las acciones contra la naciente nación, que pretendía darse una Constitución para terminar con los privilegios de los militares y altos dignatarios de la Iglesia, le hace participar en la Guerra de Reforma al lado de valientes hombres y mujeres que con su esfuerzo pusieron la primera base del México moderno.
Incansable, es uno de los primeros soldados que acuden a Veracruz para enfrentar a la segunda invasión de Francia, su profesionalismo, su alta decisión para estar con las mejores causas populares le llevan a estar en la primera línea de batalla en Puebla, con el genial estratega Ignacio Zaragoza, en el histórico Cinco de Mayo, cuando nuestros combatientes hacen morder el polvo a lo que se consideraba el mejor ejército del mundo.
Nuestro protagonista no podía estar ausente de los trabajos políticos, pues en medio de las batallas es nombrado dos veces gobernador de Michoacán. Salazar el invencible, es detenido en Santa Ana Amatlan con otros soldados republicanos distinguidos como el general Paracho, algunos heridos, fueron obligados a caminar hasta la llamada Perla del Cupatitzio, los imperialistas traidores, al servicio de Francia, del emperador que ilegalmente ocupa el poder Maximiliano de Habsburgo, ordenan el plena plaza uruapense su ejecución. Por ello cada año, puntualmente, las máximas autoridades de Michoacán los recuerdan con un acto que se ha dado en llamar “El de los Mártires de Uruapan”.