Fidel Rodríguez Ramos

    Desde hace cincuenta años, empezaron a funcionar los llamados gobiernos capitalistas neoliberales, quienes dejaron de interesarse por el bienestar de millones de personas, de campesinos, obreros, amas de casa, profesionistas que se veían beneficiados por los múltiples subsidios, ayudas que les brindaban los gobiernos, en el consumo de tortillas, gasolinas, transporte.

  El Estado, dijeron los neoliberales debe de dejar de participar en el desarrollo de la economía, todo lo que tiene no lo debe de entregar gratis, a precio rebajado o en cómodos abonos, y si fracasamos en nuestros negocios, fábricas, bancos él está obligado a salvarnos, por la sencilla razón de que damos trabajos a millones de personas. Así, todos los bancos en los tiempos de Ernesto Zedillo quebraron, porque los gerentes de los mismos se auto prestaron miles de millones de pesos, que pertenecían a inocentes ahorradores.

   No se preocupen, dijo Zedillo a los banqueros, yo les pago todo lo que perdieron por sus malos negocios o proyectos, así a los gerentes se les entrega en varios años seiscientos mil millones de pesos, quedando un “remanente”, una deuda que deberán cubrir nuestros nietos o bisnietos de un billón de pesos.

   Ya no inviertas en salud, educación le dijeron los neoliberales a los gobernantes, deja que cada quien se rasque con sus propias uñas. Y claro esa absurda, brutal forma de gobierno, se tradujo en un creciente descontento social, popular, de campesinos, estudiantes, obreros. Los poderosos, los dueños de inmensas riquezas se asustaron, temieron una revolución mundial ¿qué hacer? ¿cómo salvarse?.

      La solución la encuentran, por lo menos en México y en otros países de Latinoamérica, cambiando las leyes, las sagradas constituciones, así en el caso de nosotros, los vasallos, sirvientes del neoliberalismo en las cámaras de diputados y senadores, aprobaron una “pequeño” cambio en la Constitución política donde se establece que cualquiera podía hacer negocios en los asuntos que antes estaban exclusivamente reservados para el pueblo, para la nación, y que tenían que ver con la extracción de petróleo, con la generación de energía eléctrica, con el aprovechamiento de los metales valiosos, raros del subsuelo, ello significa que ahora, por LEY debemos aceptar que empresarios, gentes de diversos países se enriquezcan con el abuso del agua, del viento, de la luz solar, !la atmósfera! para propagar sus señales de radio y televisión, de la fibra óptica que pusimos en todo el territorio, de los satélites que pusimos en el espacio, de las tierras y bosques.

     Ahora, grotescamente los empresarios extranjeros  ¡nos han demandado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación!, exigiendo que se cumplan los contratos que a su favor firmaron los señores Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto. Y lo absurdo, los ministros, a quienes pagamos fabulosos salarios ¡los defienden a ellos y no a nosotros!, diciendo que pues ya nos amolamos, palo dado ni Dios lo quita, que debemos de cumplir como machitos y no llorar o quejarse.

     Hoy criticamos a Antonio López de Santa Anna, quien para no morir ejecutado, llora para que le perdonen la vida los yanquis texanos, y no se la quitan, a cambio de más de dos millones de kilómetros cuadrados, ¡otro México! que nos quitan los gringos en 1847, así estamos hoy muchos mexicanos, indiferentes a un futuro robo gigantesco, pues los neoliberales desean aprovechar NUESTRO litio, seguir gobernando. Enriqueciéndose sin que les importe el futuro de las próximas generaciones.

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