Fidel Rodríguez Ramos
Nacer en México, para unos cuantos, constituye la alta posibilidad de hacerse, fácilmente de fortunas incalculables, administrando alguna de las empresas públicas, que pertenecen al pueblo, creadas con muchos sacrificios donde se han formado expertos en la extracción, obtención de productos petrolíferos, en esa magna industria la compañía brasileña Odebrecht, también se lleva una suculenta tajada, obteniendo diversos contratos de obra multimillonarios, la ganancia que se llevan es posible imaginarla, pues tan ofrece cien millones de dólares a los ejecutivos de PEMEX, para que le permitieran entrarle al dinero fácil.
El año pasado lamentablemente murieron varias personas en la ciudad de México, cuando se desploma un tramo de la línea 12 del metro, la tragedia se produce por la irresponsabilidad de dar una obra de mantenimiento a una compañía, que a su vez la reasigna, cede a otra más ineficiente que solo ve la posibilidad de llevarse lana en abundancia.
En esta nación solamente quien no desea volverse rico, no lo es, pues en muchas partes, dependencias hay la facilidad para hacerlo. Por ejemplo a una comunidad indígena llega un carro cargado de sillas, preguntan en una escuela donde queda otro pueblo a donde iban a llevarlas, la directora les auxilia, pero le dicen: ¿y por qué no nos la recibe usted? Tómelas, nadie se dará cuenta. Así sucede, bajan el mobiliario contentos y a los pocos días quedan inservibles, por haber sido fabricadas con madera tierna.
En Guerrero, Michoacán, Morelos se han realizado obras carreteras, autopistas que han cobrado la vida de decenas de personas, por haber sido construidas pesimamente mal, caso emblemático sucede en Cuernavaca, en un periférico que presume en un comercial el expresidente Peña Nieto, a los pocos días de inaugurado se abre un tremendo boquete donde mueren dos automovilistas. Y claro, aquí como en los casos anteriores no se finca ninguna responsabilidad para nadie, faltaba más, estando en un país donde lo sorprendente, raro es aquel que no se aprovecha del cargo, ni de las oportunidades para tener todo lo inimaginable.
En el Instituto Nacional Electoral, donde se han puesto al tú por tú con el presidente de la República, hay consejeros que se dan el lujo de tener salarios iguales o más grandes que Obrador, cuando se afirma en la Constitución que ningún servidor público debe ganar más que el encargado del poder ejecutivo. Leyes aparte uno de esos consejeros se acaba de dar el lujo de comprar una casita de sesenta millones de pesos con su esposa en los yunaites esteits. Un consejero fácil, diariamente gana más de cinco mil pesos, mientras un paisano de Janitzio se lleva al día, como jornal, sacando lirio ciento cincuenta pesos.
México de ensueño, donde el exmandatario Enrique Peña Nieto se pasea en un avión que nos cuesta más de cinco mil millones de pesos, en uno de sus irrelevantes viajes a Argentina gasta siete millones de pesos para tener internet. En ese gigante del aire, manda poner una recamara, una ducha para bañarse y llegar bien presentado a varios lugares del planeta. México una tierra de ensueño, de derroche infinito gracias a que otros, sin nuestro permiso nos han endeudado a manos llenas con cientos de bancos extranjeros a quienes DEBEMOS más del sesenta por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), de todo lo que producimos en un año.