Alma Gloria Chávez.
En la década de los noventa, durante un homenaje realizado en Erongarícuaro, conmemorando el aniversario luctuoso de doña María Luisa Martínez de García Rojas, alguien que se presentó como descendiente de tan ilustre mujer, me entregó una copia de lo que en esa ocasión leyó ante la escasa concurrencia. Hoy que recién conmemoramos un aniversario más (17 de enero de 1817) del fusilamiento de la mujer a la que se le reconoce como “La Patriota de Erongarícuaro”, tomo la licencia de compartir para ustedes fragmentos de lo que este anónimo personaje, con modestia, sin mayor alarde, escribió para homenajear a la valerosa mujer que participó en la gesta independentista.
“Ella nació en el hermoso y pintoresco pueblo de Erongarícuaro, ribereño del lago de Pátzcuaro, en Michoacán, el día 21 de junio de 1780, época Virreynal, lugar en donde se educó y contrajo matrimonio con Esteban García Rojas, en 1797. A él le llamaban “El Jaranero”, porque vendía jaranas de manufactura artesanal local, en su tienda de abarrotes de demanda común: como cerillos, velas, ocote, azúcar, maíz, frijol y enseres para la agricultura, que también empleaba para el cultivo de sus tierras de labor. Aquel joven matrimonio tuvo cuatro hijos: Esteban , Crisóstomo, Genoveva y Luisa.
Hasta esta pequeña población, llegaron noticias de lo ocurrido en 1810, cuando el cura Miguel Hidalgo proclamó la lucha por la Independencia de México y la joven pareja siguió con simpatía los acontecimientos que tenían como finalidad, liberar de la opresión colonial a la gente del común, víctima del racismo, del clasismo y de una explotación desmedida. Supieron de los triunfos de los insurgentes y se enteraban también de sus fracasos, que en los años 1811 a 1814, ya eran alarmantes. Ante esta situación, el matrimonio García Rojas Martínez decidió tomar parte en la lucha y así principiaron ayudando a los guerrilleros de la región, con dinero y víveres; pero como la mayoría de lugareños simpatizaba con los realistas, ella, la señora Luisa Martínez de García Rojas, aparentando llevar bastimento a don Esteban, cruzando a caballo por sus terrenos, se internaba en la sierra, para hacer llegar víveres, dinero e información a los guerrilleros insurgentes, sin temor a los riesgos de ser sorprendida por los realistas.
El 21 de marzo de 1811, había sido fusilado Indalesio Allende (hermano de Ignacio); el 26 de junio siguiente, había sido también fusilado Juan Aldama, junto con Ignacio Allende y Mariano Jiménez, en Chihuahua, y allí mismo, don Miguel Hidalgo, el 30 de julio. 1812 también fue adverso para la causa insurgente: el 23 de marzo fue ahorcado y descuartizado José Antonio Torres, quien, el 11 de noviembre de 1810 había tomado la ciudad de Guadalajara; Albino García había sido fusilado el 8 de junio y el 2 de octubre fue muerto en Tepeaca, Valerio Trujano, llevando alimentos a las tropas de José María Morelos.
Ya en 1814, el 3 de febrero en Valladolid (hoy Morelia), Iturbide había fusilado a Mariano Matamoros; pocos días después, Juan Nepomuceno Rosáins, que había sido cercano a Morelos, se acogía al indulto; el 22 de junio decapitaron a don Hermenegildo Galeana, en Coyuca, Gro. Y el 19 de octubre fusilaron a Miguel Bravo, en Apam.
De todo esto, que atemorizó a muchos y que hizo acogerse al indulto a otros, nada hizo cambiar la valentía de aquella mujer, a quien ya le llamaban “La Patriota”, porque sus acciones eran ya reconocidas por todos quienes simpatizaban por la causa independentista.
Habiendo sorprendida por los realistas, Luisa Martínez de García Rojas fue capturada y puesta en prisión, cobrándosele una fuerte suma, que pagó don Esteban, para obtener la libertad de su esposa. No obstante tanta adversidad, ella no cesó en sus actividades y por ello, pronto fue nuevamente capturada y para liberarla, exigieron los realistas otra fuerte cantidad como multa a don Esteban. Aún así, ni él ni doña Luisa suspendieron su ayuda a los insurgentes, ni se atemorizaron jamás, sino al contrario, con mayores bríos y con renovado empeño, continuaron en su propósito, no obstante que sabían ya de la muerte del General Morelos, quien fue ejecutado el 22 de diciembre de 1815, en San Cristóbal Ecatepec.
Durante 1816, no se registraron acontecimientos de importancia, como si ambos contendientes hubieran acordado una tregua para reorganizarse. Pero iniciando el año 1817, se reanudaron las hostilidades, y así, el 7 de enero, los realistas tomaron el Fuerte de Cóporo, frente a Jungapeo, al capitular Ramón Rayón.
En tanto, en esta región del lago, Luisa Martínez de García Rojas había sido sorprendida, encarcelada y multada por tercera y cuarta vez, pero en esta última ocasión ya su esposo, don Esteban, que había vendido la tienda y sus tierras de cultivo en la tercera vez que logró liberar a su valiente esposa, al no poder solventar la exagerada suma que exigían los realistas por liberarla, ella fue sentenciada a la pena de muerte, como se le había advertido si continuaba ayudando a los insurgentes, lo cual no la hizo cambiar en su noble propósito.
Y así, al ser conducida para su ejecución, doña María Luisa se dirigió con valor y energía al jefe realista, para decirle: ‘Por qué tan obstinada persecución contra mí?… tengo derecho a hacer cuanto pueda en favor de mi patria, porque soy mexicana. No creo cometer ninguna falta con mi conducta, sino cumplir con mi deber’. El jefe realista, Pedro Celestino Negrete, guardó silencio momentáneamente, antes de pronunciar su orden de ejecución.
Allí, en el atrio del Templo de Erongarícuaro, Michoacán, cayó envuelta en la gloria de nuestra historia, la valiente heroína Luisa Martínez de García Rojas, el 17 de enero de 1817.
Su esposo, don Esteban, ya sin ninguna posesión, partió con sus hijos al vecino pueblo de Tangancícuaro, donde reinició actividades de trabajo, que le permitieron dar a sus hijos buena escolaridad y las comodidades a que estaban acostumbrados, además de conservar, como parte importante de su vida familiar, la honra y el reconocimiento de las ejemplares acciones de sus padres.
La historia registra, como se asienta en el periódico oficial del Estado de Michoacán, del 8 de enero de 1893, que ella, Luisa “La Patriota”, ‘…era una mujer bonita, esposa de un jaranero, que les decía su precio a los gachupines y que murió por la independencia.”
Conservo también copia de un artículo publicado en La Voz de Chicago, en septiembre de 1990, titulado “Heroica Independencia de México” y cuya autoría es Guillermo García Rojas, seguramente aquel anónimo descendiente de doña Luisa, a quien debo esta remembranza.