Fidel Rodríguez Ramos
A finales del 2019 llama la atención en el mundo, la figura del médico oftalmólogo chino Li Wenliang, quien advierte sobre la existencia de un nuevo coronavirus, el gobierno de su país firmemente le reclama su actitud, asegurándole de que será sancionado si continúa difundiendo mentiras en internet, el valiente profesional no se atemoriza y da la voz de alerta al mundo sobre ese microbio; fiel a su especialidad sigue atendiendo a sus pacientes en un hospital de Wuhan donde resulta infectado por la pandemia muriendo días después.
En México no damos mucha importancia al nuevo mal, pues desde Nuevo León se difunden imágenes de las posadas, donde un pequeño acude al festejo disfrazado de coronavirus, las autoridades invitan a seguir nuestra vida normal, China parecía un lejanísimo lugar, ignorábamos que el virus microscópico pronto se propagaría por todos los continentes infectando a millones de habitantes. Las cosas empiezan a tomarse con seriedad en nuestra patria cuando un 27 de febrero del 2020 se registra el primer caso.
Un nuevo terror se propaga por todas las ciudades, pueblos y comunidades, hay agresiones, a causa de esa venenosa campaña, hacia enfermeras, médicos en Guadalajara, Ciudad de México, se les arroja cloro, golpea y se llega el grado de negarles el servicio de transporte público en la primera ciudad, humanitariamente taxistas ofrecen sus servicios gratuitos a ese personal que prácticamente sin nada tienen la valentía de enfrentarse al mal que ha causado la muerte de más trescientas mil personas. Nuestros partidos políticos, varios gobernadores, los representantes del pueblo en el Congreso de la Unión, los medios de difusión en su mayoría mostraron su negativa para ayudar a neutralizar la pandemia, SOLO una representante del PAN accedió a entregar su salario para ayudar en el combate donde mueren heroicamente mucho personal de salud.
Muchos creímos ciertas las imágenes que las 24 horas difunden los medios, personas abandonadas en las calles de poblaciones latinoamericanas, mujeres, hombres en sillas de ruedas muriendo en las puertas de los hospitales, maquinaria pesada abriendo grandes zanjas para enterrar a fallecidos, panteones saturados, en fin era el apocalipsis, no había salvación para nadie.
Se han sabido muchas cosas del Covid-19 pero éste es aún un misterio, no se sabe cómo mutara, cambiara debido a que quedan miles de millones de habitantes sin estar vacunados. Un producto que es de la humanidad, las milagrosas inyecciones, insensiblemente se las apropiaron los laboratorios que las hicieron posibles, las fórmulas las registraron a su nombre para obtener gigantescas ganancias, no desean compartirlas con los pueblos , prefieren que sigan perdiendo la vida millones de gentes.
Afortunadamente, y los lectores, lectoras de este humilde semanario, no nos dejaran mentir siempre desde éstas páginas anunciamos que saldríamos adelante en la región, si atendíamos a los protocolos que debemos seguir conservando, hoy con gusto comunicamos que ya existe una aplicación con spray para que a través de la nariz adquiramos una protección, nos anparemos de un virus que estará ya siempre con nosotros. Nuestro reconocimiento a todas y todos los trabajadores de la salud en ésta nación, la pesadilla aún no termina.