Fidel Rodríguez Ramos

  Un 21 de marzo de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca, nace el indígena Benito Juárez, cuya enorme trascendencia para el país, no ha sido reconocida plenamente, a pesar de ello, pasan los años y su figura se agiganta, nadie como él hizo tanto para hacer realidad la existencia de un México moderno, digno de respeto ante las naciones más poderosas del planeta.

  Huérfano a los tres años, empieza a ganarse la vida como pastorcillo, y por el temor a ser castigado por haber extraviado una oveja parte a la capital, donde encuentra alojo en una casona donde como sirvienta laboraba una hermana. Se hace mozo de un religioso, y éste al ver su clara inteligencia lo anima a estudiar, pronto se recibe de abogado, figura en los puestos de gobierno, llega a ser gobernador de su estado, una carrera meteórica, donde pronto da fe de su inclinación por construir un país progresista, donde era necesario eliminar los privilegios militares, plantea la necesidad de establecer un pleno respeto, una autonomía entre los poderes civil y religioso.

   Como legislador propone confiscar las propiedades que aún disfrutaban los descendientes del conquistador español Hernán Cortés, desde los puestos de gobierno hace posible la creación de múltiples escuelas primarias y de una secundaria. Eran los tiempos en que el país tenía la obligación de poner un hasta aquí a la tremenda división que había entre los llamados conservadores y liberales, los primeros añoraban, deseaban que la nación retomara la forma de gobierno colonial español, centralista, con una monarquía.

   El nacimiento de la Constitución de 1857 ocasiona un enfrentamiento entre las dos fuerzas anteriores, se declara una guerra llamada de los Tres Años donde los liberales, derrotan en toda la línea a los retrógradas, a quienes no aceptaban las ideas que se iban imponiendo en el mundo, como el derecho a la libertad de conciencia, opinión, prensa, educación. Juárez es nombrado presidente, y ante la ruina económica provocada por largas décadas de guerra, anuncia la necesidad de declarar una moratoria ante las naciones con las cuales teníamos una considerable deuda, el país estaba en quiebra, era necesario un respiro.

   Los acreedores, los países con los que teníamos adeudos, Francia, Inglaterra, España responden enviando buques de guerra, exigiendo el cumplimiento de los compromisos bancarios. Hay una negociación ingleses, españoles se retiran no así los franceses que nos declaran la guerra, nos invaden y llega al extremo de traer, con el visto bueno de los conservadores mexicanos, a un emperador rubio, conocido como Maximiliano de Habsburgo, quien pide entrevistarse con Benito Juárez para que renuncie a la presidencia y lo acepte como nuevo monarca que vendría a ordenar las cosas. Juárez se niega y declara una guerra a los invasores. Se llega a la situación de tener dos presidentes, Maximiliano declara que mexicano que fuera sorprendido con armas sería inmediatamente fusilado, Juárez declara al emperador francés fuera de la ley, y tanto él como quienes le apoyaran sufrirían la pena de muerte.

   Cinco largos años de guerra, ensangrentaron las campiñas, la muerte, la destrucción reinaron todos los rincones de la patria, el mismo Juárez estuvo a punto de ser fusilado en Guadalajara. No se daba ni se pedía cuartel, la suerte estaba del lado de Juárez pues el pueblo estaba con él, además de los ilustres combatientes Carlos Salazar, Mariano Escobedo, Ignacio Zaragoza que logran lo increíble, derrotar al ejército de una de las naciones más poderosas del planeta como lo era el francés.

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