Fidel Rodríguez Ramos   

Fue difícil dar el paso en el 2018, para dar el triunfo a un hombre que busca la presidencia en tres ocasiones, y la logra sin imaginar que le tocaría conducir al país en medio de una gran tormenta o borrasca, sin el concurso de la llamada iniciativa privada, de los empresarios multimillonarios que creyeron tener nuevamente la posibilidad de meter sus manos en las arcas  del Estado, para hacer grandes negocios en la construcción de grandes obras, en los renglones de salud, educación, industria, comunicaciones.

   Una minoría de empresarios entiende los nuevos tiempos, el hartazgo de la gente que simplemente ya no deseaba seguir tolerando un largo saqueo, la falta de atención a sus graves problemas, sobre todo de violencia, empleo, falta de servicios, la muerte en los jóvenes y mujeres, feminicidios en el caso de éstas últimas. Esa reducida capa de empresarios entiende que el país caminaba a una peligrosa insurrección, debido al engaño, a la corrupción y por ello deciden estar al lado de Obrador, jugársela aceptando las posibles represalias de sus antiguos amigos.

   El actual presidente debió sortear complejos problemas, como el de la pandemia del Covid-19, en un momento en que nadie en el mundo estaba preparado para enfrentarla. Por ello en un primer momento opina que el virus no era tan mortal como se anunciaba, invitaba en aquel febrero del 2020 a salir a la calle, disfrutar de la vida al aire libre. El error costó caro, pues sus enemigos lo tomaron como bandera para hacerlo responsable de la muerte de miles de personas.

   Con atención seguimos la lucha de Obrador, nos convenció su actuar, su decisión para enfrentar con la gente serios problemas como la contaminación que produce Pemex en Tabasco, él fue seriamente golpeado cuando bloqueaban las instalaciones petroleras. Vimos que él era una gente como cualquiera de nosotros, capaz de equivocarse, con fallas o defectos. En el 2013 lo esperábamos en la Ángela de la Independencia para repudiar la reforma energética de Peña Nieto que permite la intromisión extranjera en la industria petrolera y de generación de energía, no llega a la cita y se nos informa que acababa de sufrir un infarto.

   Lo anterior es lo que ha irritado a quienes durante setenta años manipularon el poder en México, asegurando que los presidentes eran seres infalibles, diferentes a cualquier mortal, inteligentes, a ellos, como a los antiguos tlatoanis aztecas no se les podía ver directamente a la cara, mucho menos hablar con ellos, si así sucedía la condena era la muerte.

  No sabíamos cómo eran esos seres divinos, sin ninguna crítica o cuestionamiento aceptábamos todos sus juicios, sus órdenes, sus actos por más descabellados, criminales que fueran. Por eso nunca se sabrá lo que paso en Ayotzinapa, en Tijuana donde es asesinado Luis Donaldo Colosio. Los dioses cayeron, por eso el próximo diez de abril, por primera vez decidiremos si Obrador se queda o se va, los que aún no aceptan la caída de las divinidades hacen hasta lo imposible para obstaculizar ésta consulta, habrá la tercera parte de casillas que se instalan regularmente cuando hay elecciones presidenciales, se propaga en los medios de difusión un mar de mentiras para desacreditar su gobierno.

  Durante cincuenta años de actividad política, entendimos que los procesos para hacer realidad muchas cosas son largos, llegar al momento de Obrador nos ocupa más de treinta años. Llevar a la cárcel a un personaje siniestro como Elba Esther Gordillo Morales nos ocupa veinticuatro años, después de sufrir ceses, asesinatos, violaciones, persecuciones, agresiones. Impedir la reforma educativa criminal de Peña Nieto, en su arista más afilada como era correr a un millón de maestros, nos mantiene en lucha nueve años.  No nos debe sorprender el que el pueblo opine a favor de que se vaya Obrador, de ser así en vez de ser un fracaso, será un serio aviso para recomponer muchas cosas, para reiniciar un nuevo camino que nos conduzca al mundo que siempre hemos deseado.

Compartir: