J. Octavio Ferreyra Rodríguez
Un sol desconcertante, que hace resplandecer al verde follaje que rodea los vestigios de la Hacienda de Chinameca, nos recibe en el estado de Morelos, a la entrada de ese edificio todavía se pueden observar las marcas que dejaron las balas de los rifles 30-30, un diez de abril de 1919, donde alevosamente es asesinado Emiliano Zapata nacido en Anenecuilco de la misma entidad, el legendario campesino ya era en esa fecha, por su intransigencia, un problema para el gobierno de Venustiano Carranza, en ese sitio se coloca una estatua que lo muestra en un brioso corcel, sosteniendo en su mano su carabina con la cual inútilmente trato de defender su vida.
Hombre serio, gustaba de andar bien vestido con su traje de charro, desde siempre tiene la habilidad para entender la situación de injusticia que padecen sus semejantes, aún pequeño observa como los hacendados cañeros sinvergüenzas arrebatan las tierras a los labriegos, sin dejarles la posibilidad de cultivar sus alimentos que les garantizaban la diaria subsistencia.
Excelente caballerango, es contratado para ofrecer sus servicios a personas acaudaladas, con sorpresa comprueba que los nobles animales vivían con más lujo que sus paisanos, quienes padecen múltiples humillaciones, como no respetarles su voluntad política para nombrar las autoridades que deseaban.
En una reunión de las gentes de su pueblo, deciden que el joven Zapata sea el nuevo calpuleque, el protector de los reducidos bienes que tenían, con la esperanza de que éste recuperara las tierras arrebatadas que estaban en manos de los terratenientes. Y así fue, no defrauda las esperanzas y pronto se vuelve una preocupación para los poderosos.
Al estallar la Revolución maderista, Zapata ya se hacía acompañar por un grupo armado, tiene la oportunidad de tratar a Jesús Flores Magón, atento al desarrollo de sus luchas campesinas. En 1911 Emiliano envía a los Estados Unidos a un representante para pedir a Francisco I Madero su consentimiento, por escrito, para poder involucrase en el movimiento, recibiendo una respuesta afirmativa.
La voluntad popular se impone, en poco tiempo el ejército federal de Porfirio Díaz es derrotado, Madero se entrevista con Zapata para pedirle que ya no eran necesarias las armas, que debía entregarlas, así lo hace no sin antes recordarle que se debería de cumplir la promesa de regresar y dar la tierra a los combatientes y comunidades despojadas. La respuesta fue la violencia, el acoso criminal a quienes fueron pieza importante para ganar la Revolución.
Tras el asesinato de Madero todo queda igual en Morelos, la lucha armada era la única posibilidad para cumplir con la promesa de 1910, el gobierno desconcertado nunca pudo dominarlo, al contrario se vuelve en un serio problema cuando une sus fuerzas a las del Centauro Francisco Villa, con quien se reúne en Xochimilco para después entrar triunfalmente a la ciudad de México donde son fotografiados ocupando Villa la silla presidencial.
Preocupado Venustiano Carranza, deseando tener un pleno control del movimiento, promueve en Aguascalientes una Convención Revolucionaria, ahí llegan los representantes zapatistas para exponer el Plan de Ayala que contempla la expropiación de una tercera parte de la superficie de las haciendas para darlas a los pueblos que carecieran de tierras, respetarles el fruto de sus trabajo. Así como nombrar un gobierno provisional revolucionario que tendría como principal tarea organizar elecciones para tener un Presidente que hiciera posibles las conquistas y derechos ganados en el campo de batalla. Tlaxcala, Michoacán, Guerrero y Oaxaca apoyaron firmemente ese Plan donde se contempla la creación de escuelas por cooperación popular. Para Carranza, Zapata era “un pelado”, un bárbaro instintivo, el desorden y el bandidaje.