Fidel Rodríguez Ramos

¿De qué ha servido tanta protesta, marchas, denuncias, encaminadas a tratar de parar una creciente serie de feminicidios que ya lleva años? La reciente muerte, vil asesinato de la joven Debanhi Susana Escobar Bazaldúa, en Nuevo León ha sido la gota que derrama la paciencia de miles de mujeres en Chihuahua, Baja California, Nayarit, Oaxaca, Chiapas, Yucatán, Guerrero, Hidalgo, Estado de México y la Ciudad de México que salieron a las calles, éste domingo 24 de abril para demostrar su condena hacia un gobierno que en sus tres niveles (federal, estatal y municipal), han incumplido en su obligado compromiso básico, primario  que es cuidar a la sociedad en general, perseguir, castigar a las miles de gentes que se han ensañado con adolescentes, niñas, jóvenes y adultas, que simplemente han desaparecido para después ser encontradas sin vida.

  El hecho cobarde, animal ha destrozado la existencia de miles de familias, nada justifica el que ellas hayan sido privadas de su esencia. Quien ha sufrido una experiencia así, la pérdida de una sobrina, de una niña, entra en un ámbito donde ya nada tiene sentido. Es increíble ver en los familiares de Debanhi una fortaleza envidiable, vigor que desgraciadamente no ha conmovido a los órganos encargados de aplicar la justicia, de aclarar estos hechos sádicos que ni siquiera se dan en los escenarios de guerra.

   En nuestra región las féminas de Pátzcuaro, Quiroga, en otros pocos lugares de nuestra entidad, no se han quedado en el conocimiento de esos hechos que nos rebajan como sociedad, pues ellas, cuando deberíamos de ser miles, han tenido la valentía de salir a la calle para denunciar una indiferencia de muchos de nosotras y nosotros, que creemos que algo así nunca  habrá de sucedernos. Es penoso que además de sufrir la pérdida de un ser adorado, se tenga que tolerar a una burocracia, que por mero trámite, recibe el reporte de una desaparición, para después no hacer absolutamente nada; no nos conmueve el que después los familiares de las víctimas, con sus propios medios se dan a la tarea de localizarlas, encontrarlas fallecidas.

   Al gobierno no le interesa, en muchas partes, iniciar un verdadero trabajo que poco a poco resuelva esta criminal actuación. Al contrario se crea el escenario ideal para la brutal práctica. Se ha incrementado la venta de alcohol, la apertura de cantinas, antros al por mayor. Ofende que se aplauda la libertad para consumir, ante la vista de todos, mariguana, en eso están ocupados nuestros ministros de justicia. Es una mancha para todos  la creciente prostitución, trata de blancas, secuestro en el corazón del país y en Tlaxcala, que se hace ante la vista de todos, mucho de ello está documentado. Nada se hace por aliviar la falta de centros donde nuestra juventud estudie, mucho menos hay generación de empleos. Se ignora la cultura de violencia, muerte que las 24 horas se propaga en los medios de “comunicación”.

  Pero sobre todo, permitimos a un poder judicial que desde hace décadas brilla por su ausencia, su labor se limita solo a saber de denuncias, alargamiento de juicios y a no pronunciarse por las sanciones de personas detenidas, a quien se les ha comprobado plenamente el cometido de sus delitos. Basta de nuestra indiferencia, por diversos medios, con acciones ya no debemos de seguir permitiendo que impunemente se siga dañando a las dignas mujeres mexicanas. ¿Vamos a esperar que siga esta cadena de horror cobarde?.

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