Fidel Rodríguez Ramos

  “Era muy pequeñita, pero entendí que mi padre nos dejó, para seguir haciendo su vida en Nueva York. Mi madre trabajaba, ganaba muy bien cuando lo conoció, ella era gerente de ventas en una empresa automotriz de una ciudad muy importante del Golfo de México, él le pide que deje esa labor para que lo atendiera, así lo hace, mi padre hace lo que muchos, persigue el llamado sueño americano y eso provoca la desunión.

  Mi mami para enfrentar la situación, busca un nuevo empleo por todos lados, de la manita yo con ella recorría largas avenidas, calles sin éxito alguno. Yo lloraba de hambre, por el sol, por extrañar todo lo de la casa. Desesperada empieza a tocar puertas, le abren y sinceramente les pide a otras señoras le permitan lavar, trastes, ropa, cocinar, pasear animales, lo que fuera.

  De repente en una casa muy bonita, timbra y acude un hombre de muy buena presencia. Él se sorprende y dice ¡pero que sorpresa Virginia desde que saliste del negocio no te he vuelto a ver! ¿Qué se te ofrece? ¿En qué puedo ayudarte? Bueno dice mi madre, sólo quisiera saber si hay algo de trabajo aquí, pues debo resolver muchas necesidades. La verdad sería feo ofrecerte algo, mira-continúa- que casualidad en  la otra  empresa de la competencia que tú ya conoces, andan buscando precisamente a alguien con la experiencia tuya.

  Y así fue como encontró una nueva posibilidad para salir adelante. Ella conoció a una buena persona, se unió a él, tuvieron o tuve otras tres medias hermanas, que con muchos esfuerzos, conmigo, lograron ser profesionistas gracias al coraje, decisión de ese ser bendito”.

     “Mi madre le tuvo mucha paciencia a mi padre, que muchos años no le guardó ninguna consideración a ella y a todos mis hermanos y hermanas. Él nos abandona para muchas cosas, a pesar de que tenía un buen empleo, simplemente no atendió ninguna necesidad de la escuela, de la casa donde muchas veces nos cortaron la luz, milagros hacia mi madre para arreglar los uno y mil problemas.

   Total que en un momento dado ella le habla claramente, discuten y hablan sobre la posibilidad de divorciarse. Mi padre le dice: Fíjate que no, óyelo bien, si haces el intento para ello ¡renunció a mi trabajo! Su posición no sirvió de nada, porque un día simplemente nos abandona. Eso sí, mi mamá nunca nos aconseja que le guardáramos el más mínimo rencor.

  Éramos cuatro varones y cinco mujeres, al principio, a pesar de ya estar acostumbrados, sentimos más el hambre, la falta de todo. Desesperada tiene la idea de cortar chayotes, los prepara y nos dice: “Cuídense porque ésta noche me voy a México a vender lo que cocí”. Entonces aún existía el ferrocarril, ahí se fue. A ese primer viaje, siguieron varios más, hasta que acabó con los de la casa y después compra más en otros lugares.

  Junta un dinero que después invierte en la compra de cerdos. Mamá –le gritábamos- ya viene la camioneta, desde donde se gritaba ¡puercos que vendan!. Me dolía cuando ella sufría al ver como a sus animales les pegaba el “grano”, pues ello significaba casi regalarlos. No se desanimaba, cría gallinas; tiene la feliz idea de vender higos cristalizados. Dulce de camote o calabaza, pan con arroz con leche, una hermana se anima y en la puerta empieza a vender fruta, dulces, palomitas. De pronto todos nos encontramos trabajando, así salimos adelante, pudimos estudiar, formar todos una familia”.

   “Nunca –me dice mi amiga Sofía- había reflexionado como aquí en la región del lago, hay tanta mujer trabajando, mira fácilmente todas ellas superan a los hombres. Y sí, recorro con la vista los puestos, negocios que ofrecen un mar de cosas, en muchos hay madres de familia, trabajando con mucha alegría, entereza, ánimo sin tomar en cuenta los rigores del sol, del viento, del frío, de la lluvia.

   Las veo destazando pollos, ofreciendo tortillas, pan, verduras, frutas, cortando el pelo, dirigiendo el tránsito, atendiendo fondas de comida, dando grasa, vendiendo chicharrones, ropa, artesanías. Quizás para muchas de ellas no haya algún presente, flores, reconocimiento en éste día de la madre. Pero desde ésta redacción les deseamos muchos años de vida, les deseamos lo mejor en éste Diez de Mayo, se lo merecen por su gran ejemplo de ser valientes y luchonas”.

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