Fidel Rodríguez Ramos     

   Desde que se crea el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE) se ha procurado que el noble quehacer de las maestras y maestros, responda no a los intereses del pueblo, sino del gobierno, de la iniciativa privada, de los empresarios y fabricantes. Antes de 1943 los docentes participan en la Revolución, al lado de Zapata, de Cárdenas para hacer posible la reforma agraria, ayudan a crear una unidad nacional, a creernos todos como parte de una misma historia.

  Lo anterior empieza a destruirse para beneficio de los poderosos, se trata de aplastar a aquel maestro unido a las comunidades, buscando  encontrar remedio a sus necesidades de salud, construcción de caminos, recuperación de tierras y algo importante, deseando  organizar a los trabajadores en sindicatos. La medida que se encuentra para acabar con esa clase de maestros, fue nombrar a líderes, secretarios generales del SNTE que respondieran no a los intereses de los docentes, sino al Estado que pronto vio en la educación un peligro que le impedía seguir con el control de la sociedad, pues un pueblo sin instrucción es más fácil de manipular.

  Así en largos 70 años el magisterio ha sufrido la carga de nefastos personajes, quienes como Porfirio Díaz se han perpetuado en el poder. El primero fue Jesús Robles Martínez que se pone a las órdenes de la llamada iniciativa privada que ven a la noble tarea de educar como una rica posibilidad para realizar grandes negocios, así ese primer cacique usa los dineros de la cuotas sindicales, el de las pensiones para grandes proyectos inmobiliarios, construcción de casas; al terminar su periodo, a su gusto nombra secretarios generales para mangonearlos.

  El segundo es el potosino Carlos Jonguítud Barrios quien con metralleta en mano, asalta las oficinas del SNTE en la ciudad de México, apoyado abiertamente por el presidente Luis Echeverría. La violencia reina con este personaje, que con grupos de choque desbarata las manifestaciones de maestros deseosos de practicar la democracia. El gobierno le permite todo, porque el sindicato es la pieza clave para asegurar el predominio del PRI. Jonguitud llega al grado de obligar a miles de niños para que asistieran a recibir al entonces candidato Carlos Salinas de Gortari, bajo un intenso sol que ocasiona decenas de niños insolados y desmayados.

  Al anterior cacique le sucede la supuesta profesora Elba Esther Gordillo Morales, quien usa al PRI en el 2006 para que hagan posible la victoria del panista Felipe Calderón Hinojosa, en perjuicio de Andrés Manuel López Obrador.  Ella abusa de las cuotas sindicales, mínimo por sus manos pasan 35 mil millones pesos,  para tener casas en México, Morelos, París y Estados Unidos; gusta regalar a las esposas de los secretarios generales en los estados centenarios y a ellos relojes Rolex; le complace  transportarse en helicópteros y jets privados. Al final ni el mismo PRI la soportó pues le quita el cargo de perpetuidad que tenía en el SNTE y la mete en prisión.

  La posibilidad de que los maestros tuvieran por fin su propio o propia dirigente, se evapora cuando el gobierno reconoce como  sus “sucesores”, primero a quien fuera su encargado de finanzas y después a Alfonso Cepeda Salas, quien gustoso acepta colaborar en todo lo que  le ordene el gobierno, lo increíble es de como Gordillo a pesar de estar alejada del SNTE tiene la posibilidad de seguir controlando toda una estructura a nivel nacional, que sobrevive durante los regímenes de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Ello explica en parte que la catástrofe educativa, en perjuicio de millones de niños, continúe igual. Peor ahora en Michoacán pues la secretaria de educación  Yarabí Ávila acaba de reunirse con la derecha nacional de Mexicanos Primero Visión 2030 dirigida por Claudio X González Guajardo, que sostiene una lucha encarnizada contra Obrador,  organización que nunca ha ocultado su deseo por ordenar, dirigir la instrucción al gusto de una minoría enriquecida, que tanto ha dañado a México.

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