Alicia R. Oseguera
“Acudí a que me revisará una doctora internista, hace quince años, establecimos buena química y preguntó si estaba asegurado en alguna institución médica, le conteste afirmativamente, entonces me comenta ¿pero porqué acude a un servicio privado? Pues –respondí- la verdad en las clínicas públicas prácticamente no tienen nada; los entiendo, no tienen la culpa, simplemente para ellas no hay suficientes recursos económicos.
Me da pena, me confiesa, yo laboro en una de ellas, y por lo que me dice, me veo obligada a decirles a mis enfermos que vengan a este consultorio, si desean aliviarse. Mire vaya a Morelia para que se haga una prueba de esfuerzo. Así lo hice, fui a donde me indica, antes de mí pasó a consulta una mujer que deja el aroma de su perfume en la recepción. El médico que me hace la prueba me pregunta también que si soy derechohabiente, le afirmó que así es, pues que malo que ustedes paguen por un servicio que debe ser gratuito. Pero ¿por qué no hace lo de la paciente anterior?. Ella está asegurada, nosotros le hacemos los estudios o lo que necesite, le damos las notas de pago y su instituto se las cubre después de llevarlas. Eso es la dichosa subrogación, que no es para todos sino para los que tengan sus buenas “palancas”.
Duele saberlo, pero después de cien años de Revolución, la mitad o más de nuestros compatriotas no tienen el derecho a recibir atención médica, forzosamente deben acudir a los servicios privados, comprar medicinas carísimas, si es que desean seguir viviendo. Miles de personas, a la de a fuerzas, pagan por electrocardiogramas, análisis de sangre, ultrasonidos. Fabuloso ya es el negocio de la medicina privada, con el gancho de consulta gratis, uno cae en sus redes, se reponen con la compra de lo que recetan sus médicos.
Faltan médicos en México, 130 mil generales y 70 mil especialistas, en el caso de éstos últimos, si hubiera posibilidad fácilmente encontrarían trabajo en las instituciones públicas, que con urgencia los necesitan. Además no se les compensa con justicia, ganan entre treinta y cincuenta mil pesos, que es poco frente a lo que ganan algunos burócratas del Instituto Nacional Electoral (INE), doscientos mil pesos. No se entiende el por qué, cada año nuestras universidades públicas rechazan a miles de solicitantes para esa humanitaria carrera; pero es claro que muchos de ellos, desesperados, acuden a las privadas que cobran cuotas inalcanzables para muchas familias.
Nos acordamos del personal de salud, ahora que el gobierno desea contratar 500 médicos cubanos, protestamos pero ignoramos que desde hace años, muchos estudiantes pobres mexicanos son doctores gracias a la preparación gratuita que recibieron en la isla. La salud, los derechos deberían ser sagrados, sin embargo no vemos una real disposición de los partidos, de los representantes del pueblo, de los gobiernos, de las autoridades para honrar a los caídos en 1910 que deseaban atención médica, medicinas gratuitas para todas y todos.
(Fotografía: El Universal)