Fidel Rodríguez Ramos
Apenas vamos entendiendo la veloz realidad que venimos viviendo desde el 2018, cuando nace un nuevo gobierno diferente a lo que se tiene durante setenta años, donde se creyó que las diversas administraciones tenían cómo único interés enriquecerse desproporcionadamente, atender otros intereses, menos a una sociedad, que poco a poco se alejaba de la única alternativa para cambiar el país, por medio de un proceso electoral, donde todo estaba permitido para burlar, múltiples veces, la voluntad popular.
La rutina a que estábamos acostumbrados, se rompe, pues todo empieza a ser nuevo y ello siempre causa temor, pues de pronto no hubo gasolina en todo el país, es fue nuestro primer reto, admitir que se resolvería, a pesar de que hubo miles de gentes que permanecieron días, horas en las estaciones para abastecerse, del ahora sí, preciado combustible. El miedo se venció con algo muy sencillo, con la comprensión del fenómeno.
Nunca imaginamos, que la nueva administración obradorista, iba a tocar muchos privilegios, intereses, ricos personajes que creían en la posibilidad de seguir manejando, en gran parte, los recursos económicos federales de cada año, se enfurecieron porque cambian las reglas. Ese importante sector social, trata de minar, obstaculizar, impedir las acciones de quien siempre externó que los pobres siempre serían primero. Y eso causa interrogación ¿cómo si siempre ellos han sido los últimos en todo?. Había duda, se creía que era simple discurso, y no, los estudiantes, nuestros adultos mayores resultaron beneficiados, de una u otra manera, a éstos últimos se les dio, cada año, más de doscientos mil millones de pesos.
Tan fuerte es el cambio, que hubo una intentona para tumbar al gobierno, por parte de un sector del ejército que abiertamente manifiesta no compartir la forma de pensar, obrar del Presidente. Los poderosos en su mayoría se negaron a participar con Obrador, de ahí que hubo una oportunidad para invitar precisamente a las fuerzas armadas para efectuar las obras emblemáticas del actual sexenio como un nuevo aeropuerto, una refinería, un tren en el sureste.
El visible enfrentamiento, los insultos hacia la figura presidencial, abiertamente, provoca confusión, miedo en la sociedad que nunca había presenciado una pelea tan fuerte de diversos sectores contra un gobierno, que se suponía, era el elemento que promovería una unidad, por lo menos momentáneamente, el choque provoca desconfianza, irritación, desconocimiento de la causa de muchos problemas, como el de salud que abiertamente se ve como la posibilidad de enriquecimiento privado, por eso resulta difícil, aún hoy, que la gente tenga acceso a un especialista.
El miedo se desborda, a partir de la aparición de la pandemia, del Covid 19, que por supuesto se vuelve también escenario para la confrontación, para la desunión. A ese miedo se agrega la violencia que se eleva a niveles nunca antes visto, y lo peor, por un terror inducido, todos ahora nos vemos con desconfianza, como potenciales feminicidas, secuestradores, como sospechosos de estar involucrados en actividades ilícitas, prohibidas, el miedo, a lo mejor con justa razón, nos impide tener confianza en todo un aparato de seguridad policiaca, militar.
Porque negarlo hay miedo en la educación, por los dos años perdidos, ya ni siquiera hay la posibilidad de aprender lo básico. Hay miedo porque no hay recursos para reactivar la industria, el campo, por el aumento de precios, por la falta de empleo, por el saqueo que se hace con lo que era del pueblo, nada se ha salvado, ni el aire siquiera, ni las piedras que se llevan desde la península yucateca para embellecer palacios, residencias en las ciudades norteamericanas. Y creemos que ese miedo sólo se puede minimizar cuando volvamos a pensar y actuar en colectivo, en humana unidad.