Fidel Rodríguez Ramos

    Todos podemos externar algunas ideas para entender la cruel masacre que acabamos de presenciar en Uvalde Texas, y en lo particular considero que el hecho es producto de la sociedad americana, su funcionamiento, posibilidades, como en todo el mundo, depende en gran parte de la ruta que trace su gobierno en el renglón de la educación, salud, trabajo, vivienda, y a pesar  de que su economía , por su fortaleza, garantiza la realización de muchas aspiraciones, mucha parte de su población padece un vacío en su interior que trata de aliviarlo con drogas, practicando deportes extremos, visitando lugares exóticos. Gozando de una vida regalada, llena de lujos, eso solamente lo puede disfrutar una minoría, mientras los demás enfrentan serias limitaciones para adquirir lo más indispensable, ello crea un resentimiento, una frustración que explota en un momento dado, con trágicas consecuencias, como acaba de darse en Texas.

   Los bajos salarios, la desunión o desintegración familiar, el desempleo, la dificultad para acceder al estudio (como el de nivel superior que debe pagarse después de terminar una carrera), la violencia que provocan miles de pandillas, el narcotráfico en los Estados Unidos son el caldo de cultivo para que pronto aparezcan en la escena seres anónimos para denunciar a un sistema, gobierno desinteresado en atender la necesidad de un clima de confianza, de buena relación entre sus habitantes y el sistema americano no lo puede asumir, intentar resolverlo, porque de hacerlo se estaría encaminando a su autodestrucción.

  Los americanos necesitan de la atención de su gobierno, pero como hacerlo si éste se encuentra entretenido en fomentar la violencia en todo el planeta, curiosamente, sin que nadie se lo pida, se asume como el policía en todos los continentes, fomentando el enfrentamiento entre hermanos; descuidando en lo interno el libre mercado del fentanilo, la droga mortal que ha provocado miles de muertos en toda la unión americana.

   Y no sólo en los Estados Unidos de América, sino también en muchas naciones, los hijos se la viven sin el cariño, protección, consejos de sus padres. Muchos pequeños viven con familiares que los golpean, insultan y dañan en todos los sentidos; y por supuesto muchos papás descargan sus frustraciones, la imposibilidad de lograr sus metas agrediendo, abusando de sus propios vástagos, un niño humillado, pisoteado, rebajado en su dignidad (y eso lo sabe cualquier psicólogo), vive en su interior,  un acumulamiento de coraje, un odio que explota cuando menos se lo imagina la sociedad. Sin el afán de morbo, sería importante saber el historial del chamaco Salvador Ramos, quien antes de realizar el tiroteo en una escuela primaria, agrede a su abuelita, un joven insultado minimizado, desatendido, a la menor sensación de inseguridad, responde violentamente.

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