Fidel Rodríguez Ramos

    Un atraco monumental contra la clase trabajadora se ideó en 1997, cuando la máxima autoridad de México era Ernesto Zedillo Ponce de León, quien dio su permiso para que empezaran a funcionar las llamadas Afores (Administradoras de Fondos de Ahorro para el Retiro), esto es que de ahí en adelante empresas, asociaciones privadas manejarían el dinero que regularmente entregarían obreros, empleados, profesionistas, para tener en el momento de jubilarse un recurso para resolver sus nuevas necesidades.

  Cínicamente, no se ocultó en lo más mínimo, se anunció que las administradoras invertirían en diversos proyectos tales recursos, en el país o en el extranjero, para asegurar “más” y mejores dividendos, ganancias, montos económicos para sus asegurados. Fueron honestos al anunciar que en todo negocio se registran pérdidas o ganancias, y que por lo tanto las primeras se cargarían a las espaldas de los ahorradores y las segundas a quienes las dirigieran. En esa fantástica lotería resultaron beneficiados los bancos que recibieron sus Afores, en ese año al poderoso sindicato de los maestros, controlado por Elba Esther Gordillo Morales para que no protestara se tiene a bien entregarle también parte del pastel, su afore. De nada valió un intenso movimiento de denuncia por ese atropello, el gobierno simple y sencillamente mencionó que ya el Estado era insolvente económicamente, que no podía con el paquete de asegurar las preciadas jubilaciones, de ahí en adelante los trabajadores recibirían lo que individualmente aportaran en veinticinco, treinta años.

   A la primera promoción de las afores, cada mes se les entregó algo así como tres mil pesos, algo que por supuesto no alcanza siquiera para hacer frente a todas las necesidades de una sola persona. Hoy en internet se menciona que al momento de retirarse un empleado recibirá un máximo de 25 salarios mínimos mensualmente. Quienes se han enriquecido con las Afores es la iniciativa privada que maneja la nada despreciable cantidad de 5.2 billones de pesos (un billón es un millón de millones de pesos), a verdaderos vivales, por no decir ladrones, se les confía esa fabulosa cantidad que invierten en diversas obras o bonos que emite regularmente el gobierno federal. Y muy despreocupados esperan les vaya bien en sus inversiones, si hay ganancias, frutos éstos son para ellos ¡sin apostar ni un peso de su bolsillo!. En cambio si hay pérdidas éstas se cargan a los inocentes trabajadores, así en marzo del 2020 hubo un quebranto, daño de 256 mil millones de pesos. Y recientemente se perdieron 253 mil millones de pesos, se menciona un pretexto, los directivos de las Afores dicen que eso fue a causa del conflicto de Rusia y Ucrania, de la inestabilidad de los mercados internacionales, mala suerte pues, que no estuvo en sus manos detener.

Desvergonzadamente los vivales manejan el idioma a su gusto para engatusar a la gente, pues cuando hay pérdidas las anuncian como minusvalías. No sabíamos que hasta existe la Afore Coppel, que los bancos de España y Estados Unidos de América también se vieron beneficiados con una concesión. Si ese recurso lo manejara el Estado, los 5.2 billones de pesos ¿Qué mar de cosas no se harían para beneficio de esta sociedad que ya no siente lo duro sino lo tupido?

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