Fidel Rodríguez Ramos

  Después del levantamiento indígena chiapaneco en 1994, se encendieron los focos rojos para el Estado, los poderosos nunca se imaginaron que los más humildes, despreciados tendrían la valentía, el coraje para declararles la guerra. Rápidamente idearon mecanismos para apaciguarlos, uno fue construir las llamadas universidades interculturales en diversas zonas indígenas, y para qué negarlo, al estar compartiendo la vida con ellos en una comunidad, nos alegramos todos, pregunté a los niños sobre lo que les gustaría que se enseñara en las mismas, comentaron lo siguiente: “Uh pues veterinaria, ingeniería forestal, medicina porque aquí no nos debemos enfermar los sábados y domingos, pues en esos días la clínica no ofrece servicio”.

   Ingenuamente pensamos que se realizaría una consulta con todos los habitantes de los lugares que serían sedes, para lo que parecía un ambicioso proyecto, de ofrecer las carreras que con urgencia se requieren en el país. Y nos quedamos una vez más con las ganas, porque las dichosas escuelas superiores ofrecen una preparación que no responde a los intereses, deseos de miles de jóvenes indígenas.

     Lo insultante fue de que las autoridades, la gente se involucra ofreciendo faenas, terrenos para algo que hoy deja mucho que desear. Los poderosos, los yoris o blancos nuevamente se vuelven a burlar de quienes consideran imposibilitados para cursar altos estudios. Si las cosas se hubieran hecho bien, hoy tendríamos médicas, doctores indígenas comprometidos en servir a sus hermanos; es triste que actualmente los especialistas que forma el pueblo, no deseen prestar sus servicios en rancherías, comunidades perdidas en Guerrero, Chiapas o Michoacán, donde la gente muere por cosas fácilmente curables.

   ¿Dónde queda aquella humana tradición del juramento hipocrático de los galenos que por miles se reciben en NUESTRAS universidades públicas? Eso, lástima, simplemente se perdió, por la influencia fuerte del modelo de vida neoliberal, donde se recomienda que no importa salvar vidas, sino acumular riquezas, prestigio, pensar en un retiro seguro. Realmente los galenos no tienen la culpa de ser como son, de olvidar lo que hicieron grandes médicos como Luis Pasteur que probaron sus vacunas ¡en sus propias hijas!, y o en ellos mismos. El sistema todo corrompió, y la salud no iba a ser la excepción, pues todo es dinero. Recordamos como hace pocos años, se denunció la venta de exámenes, en treinta mil pesos, para ingresar a cursar diversas especialidades, ¿cómo alentar a nuestros preparados médicos con salarios miserables, cuando los políticos analfabetas ganan más que el mismo Presidente de la República? ¿Oh no es un insulto saber que el expresidente Peña Nieto, lleve una vida de lujo en España, después de ser participe en la desaparición de 43 normalistas?.

   Es verdad que “sólo el pueblo salva al pueblo”, ¿cuándo se permitirá que  los indígenas cursen la carrera médica,  para recuperar, todo el tesoro de curación que acumularon sus  ancestros y que hoy a sus anchas explotan los laboratorios internacionales? Ellos, son la solución para llevar el alivio, la salud a sus siempre olvidados pueblos. Pero ¿cómo hacerlo, si cada años las escuelas de medicina les  cierran las puertas a los pobres y más a los amerindios?.    

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