Fidel Rodríguez Ramsos

   Para los hechos criminales que se realizan con el permiso del gobierno, el tiempo parece no transcurrir, y hoy se recuerda uno imborrable, como lo fue la matanza del Diez de Junio, un jueves de Corpus del año de 1971 en el entonces Distrito Federal, en esa ocasión después de las cinco de la tarde, un contingente de diez mil jóvenes estudiantes que marchaban hacia el monumento de la Revolución fueron salvajemente dispersados a golpes de bastones electrónicos, garrotes, macanas plásticas y disparos de rifles M1.

  Quien realiza ese feroz ataque contra la juventud que se manifestaba para mostrar su apoyo a sus pares de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que exigían una ley orgánica donde ellos y los maestros fueran sus autores para permitir el acceso a los hijos de las clase populares al nivel superior, fue un nuevo grupo de choque llamado “Los Halcones”, quienes protegidos por militares, policías agredieron indiscriminadamente a quienes se les atravesara en su camino, mujeres, niños, ancianos, decenas de manifestantes fueron abatidos a balazos, muchos heridos fueron trasladados a la Cruz Roja y Verde, al hospital Vicente Leñero y hasta ese lugar llegan los jóvenes lumpens, alcoholizados, drogados para rematar a sus víctimas, a tratar de llevarse los cuerpos de los fallecidos para que no quedara huella alguna de su criminal proceder.

   Era el tiempo en que gobernaba Luis Echeverría Álvarez, quien jugara un papel relevante en la masacre del Dos de Octubre en el Tlatelolco del 68. Los Halcones llegaban a ser tres mil, y el número de muertos que causaron por su dominio de las artes marciales, manejo de armas, hasta hoy se desconoce, una persona afirma que vio en el hospital arriba mencionado, treinta muertos. Por supuesto los autores de ese crimen, jamás fueron llamados por la justicia, para ellos hasta hoy, gozan de la impunidad.

   Después de los hechos, los dirigentes de la movilización declararon sus demandas: Libertad, democracia en las universidades, en sindicatos y grupos campesinos; por una verdadera reforma educativa que permitiera el ingreso de hijos de obreros y campesinos a los centros de enseñanza superior; por la libertad incondicional de los presos políticos y el cese de la represión. Esas peticiones originaron además más de cien detenidos.

   La matanza del jueves diez ha demostrado que mataron por el gusto de matar. Si en lugar de mexicanos los Halcones hubieran atacado a un grupo de judíos  se tendrían protestas de Israel acusándonos de genocidas, si hubiera sido a un grupo de ciudadanos norteamericanos en ese momento se hubiera tenido la presencia de “marines”, pero mataron a muchachitos mexicanos, a muchachitos cuyo crimen consistía en querer que los ricos fueran menos explotadores y que los pobres comieran por lo menos una vez al día. Se asesinó a jovencitos llenos de luz y optimismo, a voces que condenaban. Gentes que gobernaban a nuestro nombre o por decisión de nuestro voto auspiciaron el crimen y lo solaparon. 

Compartir: