Alicia R. Oseguera   

“Mi nombre es Vilma, tengo veintiun años. Siempre hice lo que se me antojara, no termine la secundaria, porque no le vi sentido a todo lo que en ella se enseñaba.

    Con un grupito de amigas, empezamos a estar presentes en muchas fiestas y antros, nos fascinaba bailar, conocer gente que nos invitaban toda clase de bebidas. Eso sí, siempre poníamos un alto, para que ellos no se sintieran con derecho a recibir algo de nosotras.

   Mis papás me creían todas mis mentiras, que a veces no eran tales, pues a veces, con el cuento de quedarme en alguna casa de mis amigas, me comunicaba con ellos a las dos o tres de la madrugada. Prometiendo estar en las primeras horas de la mañana, de regreso.

    En donde vivo hay un continuo movimiento de trailers, y mala la hora en que con Fátima pasamos por un paradero de éstos, situado a bordo de carretera. Un fulano, desde su cabina nos llama y nos pregunta cualquier babosada, íbamos a contestar cuando de pronto, tres o cuatro sujetos nos treparon violentamente al dormitorio de la unidad.

   Un miedo nos invadió, horas y horas de viaje, de vez en cuando nos abrían la puerta para hacer nuestras necesidades, después nos aventaban refrescos o algo de comida. Sabíamos que nos llevaban a la frontera. Paró el automotor, pusimos mucha atención, oímos ¡qué nos estaban vendiendo!. Y así fue, nos llevaron a una casa grande, donde nos ofrecían al mejor postor, no supimos cuántas veces, era un infierno, no sé cómo sobrevivimos.

     En una madrugada, por el libre consumo de drogas y alcohol, la vigilancia estaba algo relajada. Platicábamos con un muchacho que nos pregunta por nuestra situación. Al saberla, nos invita a dejar ese lugar, fue muy valiente, corrimos a lo loco, mientras nos disparaban nuestros captores. El corazón sentía que se me salía, sudaba copiosamente, me asombre, nunca pensé ser capaz de recorrer, en minutos, tanta distancia. Increíblemente, ya no sentimos por detrás a nuestros perseguidores, la razón, frente a nosotros estaba una patrulla con las luces centelleando. ¡Estábamos salvadas! No así nuestro bienhechor que hasta hoy, sigue detenido, supuestamente hasta que aclare su “situación”, de nada valieron nuestros testimonios, lo más que conseguimos es de que se lo llevaran lejos, a otro centro penitenciario cuyo lugar ignoramos”.    

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