Fidel Rodríguez Ramos
Desde hace ciento cuarenta años, quienes promueven la vida económica de México, han insistido en la necesidad de realizarlo sin desear la participación del Estado, de quienes tienen en sus manos el gobierno, los empresarios, fabricantes, dueños de tierras, comerciantes, constructores la aceptan, pero sólo en el caso de que los auxilie ampliamente.
La realidad, sin embargo muestra que las cosas no han sido así, pues los grandes empresarios nacionales y extranjeros no tuvieron la posibilidad, ni los recursos, el dinero para garantizar un necesario desarrollo, tener un modelo económico que beneficiara a todos, a pesar de ello, muchos se enriquecieron ampliamente construyendo ferrocarriles, explotando la tierra, bosques y minerales, solicitando el apoyo del gobierno.
El país lo fuimos perdiendo, sus recursos de ser originalmente de todos, no nos beneficiaron, y lo peor la pobreza se fue incrementando. La situación cambia en 1938 cuando Lázaro Cárdenas nacionaliza el petróleo, éste garantiza por fin la posibilidad de tener un desarrollo industrial, agrícola, textil que gracias a la Segunda Guerra Mundial, nos permite fabricar todas las cosas que se necesitaban.
El Estado recupera la conducción de la economía, los empresarios reconocen la necesidad de que ese actor poderoso haga posible el funcionamiento de diversas instituciones como las que se dedican a la construcción de presas generadoras de energía, puertos, aeropuertos, escuelas, hospitales, obras de irrigación, siderúrgicas pues de una u otra manera ellos se verían altamente beneficiados, México durante cuarenta años registra una alta productividad.
Lo anterior se empieza a esfumar desde 1982 cuando el gobierno empieza a hacer suyo un nefasto modelo económico que traería pobreza para todos, éste se conoce como neoliberalismo, basado otra vez en el alejamiento del Estado de la economía, porque se aseguraba que ello acarrearía la dicha, salvación de todos. Carlos Salinas de Gortari es su más ferviente promotor, vende más de mil empresas nuestras como Teléfonos de México, otros seguirían su ejemplo de oferta, bazar, se fía SICARTSA, todo se malbarata, regala, mercadea. Nos quedamos prácticamente sin nada, con la idea de que ello motivaría la llegada de empresarios extranjeros para volver a desarrollar por ejemplo la telefonía, la generación de energía, la atención médica, educativa, la agricultura, la industria pero solamente con una pequeña diferencia, todo sería privado, con un afán de lucro o ganancia.
Millones de compatriotas huyeron del campo a la ciudad, a diversas partes del mundo para huir de la miseria, violencia o desempleo. La situación se agudiza cuando llega Obrador al poder, con la pandemia del Covid-19 que descubre por completo el fracaso del neoliberalismo, y lo increíble los mismos empresarios reconocen que para salir del atraso se necesitaba otra vez recurrir al modelo que impulsaban en forma conjunta el Estado y la iniciativa privada, ello no sólo se descubre en México sino en todo el mundo. Muchos empresarios no desean reconocerlo y por eso hoy son necios opositores al Tren Maya, a la refinería Olmeca, a la idea de que sea el Estado el que explote uno de los yacimientos de litio más grandes que hay en el planeta, el oro, la plata, que recupere el mercado interno que hoy a sus anchas aprovechan agentes foráneos. Eso es lo que hoy nos mantiene divididos a millones de mexicanos, entre los que repudian al neoliberalismo y quienes desean volver a los tiempos de Porfirio Díaz.