José Octavio Ferreyra Rodríguez

Para establecer la tranquilidad el gobierno de Michoacán, presidido por Mariano Jiménez, colocó al frente de las 15 prefecturas de los Distritos en que se encuentra dividido el Estado, a militares avezados a la campaña, que pudieran dedicarse activamente a limpiar de malhechores sus demarcaciones respectivas. Reorganizó el sistema de Acordadas, haciendo obligatorio este servicio de vigilancia rural entre los propietarios de fincas de campo; pues las Acordadas estaban formadas por grupos de rancheros montados y armados, que acudían a la persecución de los criminales.

  Jesús Romero Flores relata que en 1890 para la vigilancia de los centros poblados se restableció el servicio de Rondas, que desempeñaban por turno grupos de vecinos de cierta edad, obligatoriamente, o bien ponían en su lugar reemplazos, estas rondas se ejecutaban bajo la vigilancia de la autoridad local, bien fuera el prefecto, Presidente Municipal o Jefe de Policía, en las Tenencias.

   Tanta fue la actividad del gobernador  Jiménez en esta materia, que para el año de 1892, en que dejó el gobierno, la seguridad era un hecho en todo el Estado y podía transitarse en él sin temor alguno. Mucho ayudó a esto el establecimiento del servicio ferroviario, pues a emplearse el ferrocarril cesaron las diligencias, convoyes de arrieros y viajantes en cabalgaduras, que durante largos años tentaron la codicia de los ladrones.

  No debe pasarse inadvertido que los medios de represión siempre fueron bastante duros y que se prestaron en muchos casos al abuso. Todos los individuos que eran encontrados por las Acordadas en la comisión de un delito eran fusilados y colgados en los árboles a la orilla de los caminos reales; lejos de entregarlos a la autoridad para sujetarlos a un juicio y darles el castigo de acuerdo con su falta, la sanción penal era pareja; pena de muerte lo mismo para el que mataba y desvalijaba a una familia, que para el ladrón de gallinas o al abigeo.

   Otro abuso consistía en dar oídos a declaraciones y chismes de malquerientes para perjudicar a un individuo, o bien, hacer víctima de la venganza de las propias autoridades a individuos pacíficos, para burlar a sus mujeres o a sus hijas.

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