Fidel Rodríguez Ramos

    Los billetes de cien, doscientos, quinientos pesos se van como agua, a causa del constante incremento de precios en todas las cosas que necesitamos para sobrevivir, ello nos obliga a ser egoístas, despreocupados por la suerte de los demás, de quienes trabajan ganando a la semana mil doscientos pesos, quizás por ello nadie piensa en la actual guerra de Ucrania, invadida por Rusia desde el mes de febrero, ese escenario donde mueren diariamente decenas de personas nos es indiferente, es más honestamente muchos ni siquiera sabemos en dónde quedan esos lugares, pero deberíamos de pensar un poquito en ese conflicto, atizado, por quien más, por los Estados Unidos de América, por Inglaterra, España con el único deseo de obtener grandes ganancias por la fabricación y venta de armas, nuestros primos se frotan las manos porque en el próximo invierno venderán a las naciones europeas grandes cantidades de gas, pues gracias a esa contienda militar los rusos quedaron fuera del comercio de los energéticos.

   Lo primero y lo segundo de lo anterior se relaciona con la carestía imparable en ésta región, pues la guerra de esas naciones ha elevado el precio de  muchas cosas, como el gas, los abonos, la comida, el petróleo, Así, si deseamos tortillas su precio de pronto aumenta en todo el país, sobre todo en Sonora. Las frutas, verduras son cosa prohibida con el agua, pues un litro de ese valioso liquido cuesta lo mismo que mil mililitros de combustible. O sea que si la guerra no termina seguiremos en ese calvario, comiendo lo más indispensable. Lo malo es de que nadie, ni el Papa, ni la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han podido parar la confrontación.

   Pero bueno fuera que solo padeciéramos con la canija inflación, lo peor es de que Rusia, Estados Unidos, Inglaterra están cada día más cerca de usar sus armas nucleares, la cosa está tan candente que los mismos gringos están atemorizados por las últimas batallas que ha ganado Ucrania pues ello, de seguir así, propiciará que Rusia detone sus cohetes que en cuestión de pocas horas eliminarían a más de treinta millones de semejantes. La locura completa pues China, Corea del Norte, Israel, Francia, Inglaterra, Irán, la India no se van a quedar cruzados de brazos. Hoy se debería hacer conciencia que detener esa catástrofe corresponde a toda la humanidad.

   Y por si fuera poco, a tambor batiente, continúa la destrucción de bosques, selvas, envenenamiento de mares, ríos y lagos. Esto en toda la Tierra a nadie parece importarle, aunque se haya vivido una sequía atroz, hoy el otoño es caluroso, sólo cercas de Pátzcuaro con toda la verdad se menciona que sembrar un árbol es salvar el futuro de nuestra casa, de  nuestro planeta, pero ello son como las llamadas a misa.  A la gente de los cinco continentes nada parece decirle el hecho de que cada minuto desaparecen muchos árboles en la selva amazónica, nuestro pulmón, cada sesenta segundos se destruyen el equivalente de dos canchas de futbol. La muerte está cada vez más cercana y la ignoramos.

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