Fidel Rodríguez Ramos
Desde pequeños sentimos desconfianza hacia el Partido de Acción Nacional (PAN), porque considerábamos que lloraban desde el momento en que logramos desprendernos del yugo español, que nos sojuzga durante trescientos años, cometiendo uno y mil crímenes, como herrar en su carita a los indígenas recién nacidos, para que testimoniaran su esclavitud, los antepasados de los panistas deseaban desde 1821 que hubiera un gobierno central fuerte, que siguiera la línea conservadora, sumisa, obediente, agachona, de orden, respeto que manteníamos hacia los reyes de España, que nunca se dignaron a poner un pie en el continente americano que controlaban en su mayor parte.
A muchos nos costó mucho esfuerzo desprendernos de esa actitud, la verdad creíamos que habíamos venido a esta tierra a obedecer y callar, a no tener la más mínima crítica hacia un estado de cosas que rebajaba nuestra calidad de hombres y mujeres. Creíamos, que ni modo, que con ese destino habíamos nacido, no había de otra, respetar lo que hay aquí, aceptar todo, pues ya después, al morir, obtendríamos una alta recompensa. Nuestros mayores decían: “Más vale hijo burro en el cielo que sabio en el infierno”. ¿Para qué estudiar, prepararse si ya todo, nuestro destino estaba predispuesto, arreglado?.
Hasta hoy no creemos que el PAN haya nacido, teniendo entre sus principales principios el hacer realidad los deseos de quienes hicieron posible la Revolución Mexicana, que consideraban que gracias a un triunfo popular todos los bienes del subsuelo pertenecían a los indígenas, a los habitantes pobres, a ellos, a quienes habían participado también les tocaba beneficiarse con un pedazo de tierra, gracias a una reforma agraria. Sin embargo los panistas en sus primeras reuniones de organización clamaban por hacer a un lado a quienes se aprovechan, abusan con el triunfo de 1910. Mucho de ello era un simple discurso para engañar, pues inclusive uno de sus personajes, Manuel Gómez Morín afirmaba que hacia suyos los principios del materialismo histórico y dialéctico proclamados por Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin.
La mentira aflora cuando Lázaro Cárdenas del Río nacionaliza el petróleo, los panistas, conservadores rechazan esa medida, y se dan a la tarea de formar su partido político, que hoy se ha unido a quienes consideraba sus más terribles enemigos: el PRI y PRD. Los panistas desde 1982 han hecho todo lo posible por arrebatar al pueblo los frutos de la Revolución, así Felipe Calderón Hinojosa con sus siervos del Congreso de la Unión (senadores y diputados) cambia la Constitución para alejar al Estado, a Pemex del control del gas natural, codiciado hoy para generar electricidad, energía limpia, con una abusiva reforma los extranjeros, algunos mexicanos a sus anchas ahora pueden almacenar, distribuir, transportar tal recurso. Y para que el pueblo no reaccionara contra ese vil atropello Calderón se ensaña contra los electricistas, mineros, maestros; alienta el terrorismo en Morelia con los estallidos de granadas el 15 de septiembre del 2008, para que la gente no se diera cuenta del despojo de nuestro gas.
Contento Calderón entrega el gas acumulado en el subsuelo a empresas privadas, nacionales y extranjeras, un recurso presente en la llamada Cuenca de Burgos, debajo de Tamaulipas, Nuevo León y parte del Golfo de México. Ellos contentos, sin arriesgar ningún centavo, logran acumular fortunas de miles de millones de dólares. Sin explicarse la conducta tan criminal, tonta, traidora de quien por ley, CONSTITUCIONALMENTE estaba obligado a defender, aprovechar valiosos recursos naturales. Lo malo es de que esa conducta la siguen teniendo, practicando los nefastos azules, con el apoyo del PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC).