Fidel Rodríguez Ramos

  Hace dos años, en los Estados Unidos de América, que presume de ser el modelo de democracia universal, se registra un serio intento de rebelión, por parte de un gran número de gentes que durante horas tomaron el Capitolio, para impedir la llegada de Joe Biden a la Presidencia, quien lo promueve es Donald Trump, asegurando que fue víctima de un robo que le impide reelegirse, el asalto cobra la vida de cinco personas, resultan lesionadas más de cien gentes.

  De esa manera, una corriente internacional derechista actúa para no permitir la llegada al gobierno de personas que supuestamente están comprometidas con el comunismo, con la aspiración de respetar, ampliar los derechos sociales. La práctica desde hace diez años se conoce en Argentina, Bolivia, Venezuela, Brasil, para ello, inteligentemente los llamados conservadores,  recurren a la ayuda del poder legislativo y judicial que han sido capaces de tumbar, encarcelar, hacer huir a los presidentes que apretadamente en elecciones logran triunfar.

  Esa eficacia, estrategia se estrena en México hace cuatro años, pues los integrantes del legislativo, senadores, diputados se opusieron a reformar varias disposiciones presidenciales para atenuar, cambiar leyes perjudiciales que permitieron a compañías mineras de Canadá, EUA estar gozando de más de la mitad del territorio nacional para extraer minerales valiosos, sin rendir cuentas a nadie. El absurdo de los canadienses, prepotencia les hace decir: “Si no nos permiten seguir sacando oro, plata, cobre durante los próximos ochenta años, ¡nos vamos con nuestras empresas, maquinaria a otras partes del mundo!.”

  El ejemplo de Trump se sigue en Perú, donde un maestro llega a la Presidencia, es obligado a renunciar, es encarcelado por no tener “autoridad moral” para estar presidiendo los destinos de millones de gentes. Y ya desde que gana las elecciones, en segunda vuelta, con pocos votos frente a una candidata derechista Keiko Fujimori, se veía como el profesor Pedro Castillo Terrones la tendría difícil frente a un Congreso dominado por la gente que no desea ningún cambio, para por ejemplo usar el segundo yacimiento de cobre en el mundo para beneficio de un pueblo que padece hoy miseria.

  La arbitrariedad de ese desconocimiento de la voluntad popular peruana ha cobrado la vida de más de cincuenta personas, caídas por los disparos del ejército y policía. El presidente Lula no cree conveniente pronunciarse sobre éste suceso desde un principio y, para su sorpresa Brasilia es tomada por sus oponentes, hay bloqueo de carreteras y se pide al ejército que efectúe un golpe de estado. Lula también triunfa en segunda vuelta, con pocos sufragios de ventaja, sobre el expresidente Bolsonaro.

  La lección es muy clara, sólo con una gran participación multitudinaria para elegir al sucesor de Obrador se pueden evitar los cruentos, violentos escenarios que se dan en América del Sur. Sólo así en el 2024 se respetará la voluntad de todas y todos, se verá que efecto tienen los pronunciamientos de inconformidad debido a que nuestras queridísimas viejas, respetados viejos se les otorgue un recurso para paliar el olvido en que siempre han estado; eso no gusta a los opositores de Obrador, como no les satisface el poco desarrollo económico, olvidando que todo el planeta estuvo en una quiebra económica durante más de dos años a causa del Covid-19. Con una gran asistencia se evitará el ajuste de cuentas contra los que ya estamos en las listas de Claudio X Gonzáles Guajardo, por simpatizar con el cambio que se da en el 2018.

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