Fidel Rodríguez Ramos

   La idea de los reyes españoles, después de habernos conquistado en 1521, fue eliminarlos, dejando tan solo, una pequeña parte de la población nativa para que les sirvieran en el cultivo del campo, industria, minería y en la construcción de bellas ciudades como Zacatecas, Morelia o Querétaro.

    Miles de nuestros antepasados indígenas se remontaron a las montañas, desiertos, selvas para sobrevivir, los conquistadores se admiraron de su notable capacidad para ello, los monarcas exigieron una investigación o explicación, pronto supieron que ello se debía a que los sobrevivientes conocían las propiedades de yerbas, animales terrestres, marinos, plantas, árboles que en cualquier sitio podían brindarles todo lo que necesitaban.

   Los españoles, convencieron a muchos, de buena o mala manera, para que les comunicaran esos valiosos conocimientos. Así, en Pátzcuaro supieron las propiedades medicinales de los achoques para curar la debilidad. Registraron cuidadosamente las plantas de la antigua Cocupao (actual Quiroga), para saber sus valiosas potencialidades que emplearon para elaborar medicinas.

   Bueno –decían los iberos- pero si no siembran ¿cómo comen?. Pronto saben que las plantas de amaranto brindaban un prodigioso alimento, lleno de vitaminas, al grado de que hoy los astronautas lo llevan en sus largas travesías en el espacio.  Irritados ordenaron la prohibición para allegárselo condenando con el corte de las manos a quien fuera sorprendido llevándolo.

   La gente blanca no sabía que los aborígenes comían nopales, quiote, capulines silvestres, tunas, zapotes y de que con tan solo meter la mano en el agua obtenían espirulina un alimento más poderoso que la alegría (amaranto)que se cultivaba por ejemplo en Pátzcuaro. En los desiertos fácilmente obtienen agua, carne, yerbas que curaban muchas cosas.

   España exige se hicieran listas de todas las plantas, de los brebajes que tomaban para resistir fuertes trabajos en la selva. Pronto saben del pozol, una bebida prodigiosa, elaborado con cacao, agua y maíz; hoy pacientemente una universidad europea ha estudiado ese preparado para venderlo en todo el planeta, registrando a su nombre, por supuesto la fórmula para que nadie más lo comercialice.

  Desafortunadamente lo que ayer hicieron los peninsulares de España, hoy desde 1994 lo siguen haciendo nuestros primos del norte. Antes nos prohibían cultivar la tierra, ahora les ha bastado el inducirnos para tomar por ejemplo refrescos, nadie toma tanto veneno embotellado como nosotros en el planeta. Comer pizzas, hamburguesas en cadenas internacionales de “comida rápida”, frituras, alimentos enlatados, usar el horno de microondas, abusar del alcohol ignorando que tales productos provocan obesidad, adicción, cáncer, caries, enfermedades del corazón y diabetes. Las instituciones nacionales de salud no han encontrado la manera para que abandonemos esas nefastas prácticas; todos sabemos lo que cuesta atender el cáncer, la ceguera, el abuso de azúcares. De nosotras (os) depende el que nos eliminen, controlen, empobrezcan a través de la boca.

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