Fidel Rodríguez Ramos

   Desde hace poco en nuestro país, se están conociendo violencias que nosotros no llegábamos a diferenciar o ubicar, pues creíamos que sólo había la física, sin embargo hay más, la psicológica, la económica, la de género, la racial y vaya usted a saber cuántas más.

  La humanidad, todos los días es bombardeada con información de guerra, destrucción, abusos, mentiras y a lo mejor ello contribuye a que todos veamos la violencia, como algo muy natural, como algo que siempre nos ha acompañado, desde que dejamos de vivir en los árboles para sobrevivir. Los estudiosos, después de largas reflexiones nos dicen que ésta es posible, al menos, minimizarla con algo muy sencillo como sería el diálogo, la negociación, la comprensión, el conocimiento de diferencias.

   La violencia, nos siguen diciendo, se puede remediar desde la familia y, desde la escuela pero por desgracia la imposibilidad de atenuarla, cuando menos desde esta última, acaba de ponerse de manifiesto, dolorosamente hace pocos días, acaba de suceder en Teotihuacan, la muerte de una estudiante adolescente, agredida el 21 de febrero por una compañera, la disputa con gozo la filman con sus celulares varios espectadores, chamacos por supuesto.

  A esa edad, yo me preguntaba el  cómo eso se abordaría en una sociedad avanzada, educada una situación como la arriba mencionada y, supe que en un futuro, cuando existiera ese modelo, la gente cuando presenciara una pelea inmediatamente buscaría el medio para detenerla. La escuela difícilmente puede detener la violencia, pues quienes laboran en la misma, nunca han sido tratadas como personas, no se les reconocen derechos, como el de organizarse libremente, con un diálogo, presentación de argumentos, propuestas a través de democráticas organizaciones sindicales.

  Las autoridades, maestros, personal administrativo, manual, los alumnos, padres de familia tienen sus mundos aparte y no permiten ninguna intromisión, no hay entre ellos ningún diálogo, convivencia cotidiana. Y eso, por desgracia, también se vive en las instituciones religiosas, políticas, de gobierno, de difusión como la radio y televisión. ¿Cómo no van a ser violentos nuestros adolescentes, jóvenes que saben cómo los adultos resuelven sus diferencias, con insultos, golpes, ofensas por ejemplo en lo que se dice es la máxima tribuna de representación popular que tienen los mexicanos, llamada Congreso de la Unión?. Bella lección dan a conocer a la nueva generación, los senadores, diputados, periodistas, comentaristas que aseguran que detrás de la venta de drogas, de la violencia que ha llegado a extremos nunca conocidos, está la mano de la máxima AUTORIDAD a quien le hemos dado toda nuestra confianza, y éste es, supuestamente, el Presidente de la República.

Vergonzosamente los integrantes de ese Congreso, recientemente actuaron como los jóvenes espectadores de Teotihuacan, aplaudieron los insultos, las agresiones hacia nuestra soberanía hacia nuestro representante por parte de políticos americanos, bravuconamente  le acusaron de ser el responsable de la muerte, por consumo de fentanilo, de cien mil personas americanas. Tarde reaccionaron los senadores, diputados aztecas que exigieron respeto a nuestro país. Nunca la violencia se ha resuelto con más violencia, la prueba hoy está en Ucrania; condenamos lo de abrazos y no balazos, deseamos que otros y no nosotros hagan lo último.

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