Fidel Rodríguez Ramos

  La sociedad michoacana, seguramente desde hace veinte años, ha estado expuesta a una verdadera situación de guerra, las consecuencias que ha producido en todos sus habitantes, ni siquiera se ha tenido la oportunidad de investigarse o reflexionar sobre la misma, por la sencilla razón de que esa batalla continúa, sigue presente.

  En Reflejo de Michoacán se ha dicho que cientos de purhépechas, por la violencia han ido a la frontera del norte a solicitar refugio político, otra parte de la población tierracalenteña anduvo huyendo, debiendo dejar todo en sus rancherías o pueblos. Y es real que también ésta situación la padece, de una u otra forma toda la república. Este fue el panorama que encuentra el actual presidente, por eso no deja de ser ridículo que los que en buena parte propiciaron este escenario sangriento, anden promoviendo su interés para ganar la Presidencia en el 2024, creyendo que todos estamos interesadísimos por su circo electoral, mientras el país se encuentra en llamas.

  Afortunadamente en la comprensión sobre la naturaleza de éste fenómeno, la supimos con el encarcelamiento del panista Genaro García Luna, entendimos que quienes ejercían el gobierno estaban de acuerdo en fomentar el miedo, el terror, la violencia, el movimiento de drogas. En la Policía Federal de Caminos había una fuerte presencia del narcotráfico de ahí que tal cuerpo tuvo que ser desaparecido.

   Al llegar Felipe Calderón a la presidencia, todo Michoacán se cubre de verde, miles de militares invadieron todo, pero curiosamente se intensifica la violencia en todo el estado. Los desconocidos grupos del narco controlan la tierra caliente, rica en cultivos, minerales, vía de paso para la cocaína trasladada desde Colombia, con destino a los EUA. Se rompen las reglas que antes se guardaban, las de no meterse con la población civil, con sus personas o bienes. No atacarla, como se hizo en el 2008 cuando en Morelia le arrojan granadas de fragmentación cuando celebraban el Grito. Eso se ignora, por eso se produce una insurrección armada, que inician el doctor Mireles egresado de la Universidad Michoacana, Hipólito Mora y el ingeniero que estudia en la Universidad de Chapingo, Estanislao Beltrán “Papá Pitufo”, en ese movimiento que pone un hasta aquí al actuar de los carteles se unen jóvenes, mujeres que con fusiles automáticos controlan retenes.

   Fue una medida efectiva, por ello la población hace suya esa decisión, que logra detener una agresión directa contra los pueblos michoacanos. Esa situación alarma al Estado, de ahí la necesidad de ordenar el quitar armas, encarcelar a Mireles y Mora, situación que inquieta al país, sabiendo el importante papel que juegan en la búsqueda de la justicia. Mireles declara que lo único que podía detener a los carteles, era el que cada ciudadano se convirtiera en autodefensa. Debido a ello el gobierno mediatiza, controla un movimiento efectivo y al ver que no iba a ser tan fácil, consciente verdaderas masacres, no aclaradas hasta hoy, como la de Apatzingán donde son masacradas varias personas frente a palacio municipal.

   Sin embargo, la decisión purhépecha tiene grandes logros, el más visible la erradicación del narco en la población de Cherán, donde no se permite el actuar de ningún partido político, donde se nombra libremente a su policía comunitaria, que cuida las 24 horas sus recursos naturales. Solamente hoy en Guerrero se replican los pasos de Mireles y Mora, que hoy descansan en paz, los guerrerenses tienen sus propios cuerpos de policía en decenas de pueblos, sólo así han podido encarar la violencia contra su gente, la venta de drogas. Estanislao Beltrán por lo difícil de ese proceso de lucha, radica hoy con su familia en un lugar desconocido de la Unión Americana.

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